viernes, 13 de junio de 2014

PRGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE SIMÓN BOLÍVAR--PREGUNTA NO,3--PRIMERA PARTE--CARACAS, 13--06--14--


 

Preguntas, Documental de Historia
 
Buenas noches, Sr. Victor Gruber. 
Hace un par de semanas lo habíamos contactado para que nos ayudara en la realización de nuestro documental final para la materia de Historia de Venezuela, respondiendo unas preguntas, sobre el Culto a Bolívar somos el grupo de estudiantes de III año de Comunicación Social de la Universidad  Monte Ávila. Gabriela Gómez se comunicó con usted anteriormente y se planteó el enviarle las preguntas en un documento, las cuales usted sin problema respondería.
A continuación anexo el documento con las preguntas.
Esperamos su respuesta, de ante mano Muchas gracias.
Samanta Andrades, Mariana Betancourt, Stefany  Cornejo, Gabriela Gómez. Elismar Plata
Jose Carlos OchoA

SEGUIMOS CON LA PREGUNTA NO.3

1.    ¿Cómo cree usted que han utilizado la imagen de Bolívar en los periodos presidenciales?

 

Respuesta de Victor Manuel Gruber de F, Lic. en Historia, UCV, 1976:
 
PRIMERA PARTE

Podemos afirmar que la imagen del Libertador ha sido usada casi para todo los usos o fines: Los muy buenos, buenos, regulares, malos, y malísimos. Antes de 1830 en la vida del Libertador, y después de su muerte, hasta los momentos actuales (2014). En Venezuela, Latinoamérica, el Caribe, y el resto del mundo.

 
 Entre 1999 y el 2014, hemos asistido a la esquizofrénica caracterización “bolivariana” de la palabra, el gesto, la presencia física, la vida y obra del “Comandante eterno”, y recientemente de su “heredero” designado por Él mismo Nicolás Maduro.

 
 La República fue rebautizada “bolivariana” creando un nexo mediante el apelativo, con el “Líder Máximo” y su discurso “bolivariano”; también el PSUV, y todas las instituciones gubernamentales, y muchísimas privadas, son “bolivarianas”; al igual todos las organizaciones militares de la república, legales, o ilegales,  como las “Unidades de Batalla Chavistas”,  y las decenas de grupos paramilitares, armados y tolerados por el gobierno “bolivariano”,  que son usados para reprimir ferozmente a la oposición democrática.

 
Pero la “moda” es acaso más vieja que la data de la muerte del Libertador (1830), tema que no abordaremos aquí, lo dejaremos para otra ocasión el análisis d la conducta de Simón Bolívar construyendo las bases iniciales de su propio culto personalísimo.

 
No hay que ser especialista en “imágenes” para enterarse del uso “positivo, negativo,  y en toda la escala o recorrido entre ellos”; uso repito masivo y extralimitado de la imagen del Libertador: en los libros de historia y otros; en las calles y avenidas con su nombre; en las plazas de todo el país; en las instituciones públicas y privadas;  en los medios de comunicación masiva (prensa, radio, y TV); en todas las instituciones educativas, de todos los niveles; en los bancos, comercios, y bodegas;  en los cementerios y tumbas, como la del “Comandante eterno”; en los parques, los cines y sitios de recreación; en las monedas devaluadas al máximo; creo que solamente faltan los bares, y discotecas, y  abría que averiguar la existencia de algún u otro burdel “bolivariano”

 
Veremos que dicen estos especialistas sobre el mismo tema:

 
“Carlos y Anrup, Roland (1983), "El Padre, la Espada y el Poder: la imagen deBolívar en la historia y en la política", en Carlos Vidales, ed., Simón Bolívar 1783-1983, vol. Monografías N° 9, Instituto de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Estocolmo, pp. 35-73.EL PADRE, LA ESPADA Y EL PODER:LA IMAGEN DE BOLIVAREN LA HISTORIA Y EN LA POLITICA Roland Anrup - Carlos Vidales1I. Introducción La  presencia del personaje histórico en los acontecimientos politicos —su imagen, su acción, su influencia, su modo particular de existir y de producir hechos políticos a través de sucesivas generaciones—, es un tema que se estudia frecuentemente en relación con factores ideológicos, con estrategias o intereses de «clase» o de «nación», y con aquellos conocidos elementos de la vida social que, de una o de otra manera, caben dentro de categorías económicas, políticas, jurídicas, filosóficas o morales. Existe sin embargo un campo que, influido y condicionado por tales categorías, desarrolla de hecho sus propias dinámicas y plantea sus propios problemas. Definir y delimitar este campo con un nombre («psico-historia», «psico-politica») no nos puede ayudar, sino en muy escasa medida, a aproximarnos a un concepto cuya naturaleza no se explica tanto a través de definiciones formales, sino más bien a través de su uso como instrumento de investigación y de análisis.

Referencias a los autores:

 
“Roland Anrup: investigador sueco, Subdirector del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Estocolmo. Carlos Vidales: investigador colombiano, residente en Suecia, trabaja en el mismo Instituto. Este ensayo ha sido revisado en junio de 2013 por Carlos Vidales. No se ha hecho ninguna modificación del contenido original de 1983. Se han cambiado las imágenes del original por otras de mejor calidad y se han introducido algunas modificaciones de diseño para facilitar su publicación digital en formato PDF.


 
Seguimos con el texto citado:

 
“Podemos, para empezar, formular algunas preguntas que nos permitan iluminarlos territorios de este campo que son de nuestro interés: ¿Qué procesos sicológicos actúan en la formación y en el uso de la imagen del personaje histórico? ¿De qué manera esta imagen satisface o resuelve necesidades y requerimientos individuales y colectivos de carácter sicológico? ¿Qué relaciones «íntimas» establecen las masas, los grupos sociales y los individuos con el personaje histórico que ha llegado a ser su «líder» o «padre» espiritual? ¿De qué modo se combinan, en el consciente y en el subconsciente de los grupos sociales en pugna, los elementos que constituyen —ya real, ya simbólicamente— la imagen del personaje histórico?  Tal tipo de cuestiones parece, a primera vista, no ser interesante para el historiador. Sin embargo, todo aquel que ha tenido contacto con la investigación de campo, se ha encontrado muchas veces con esta clase de problemas. Un historiador mexicano, por ejemplo, cuenta que cuando se hallaba investigandos obre la sangrienta y heroica insurrección indígena de Jacinto Canek en el Yucatán (ocurrida en 1761), interrogó a un joven campesino si sabía quién había sido Jacinto Canek, y obtuvo la siguiente respuesta: «Claro que lo sé, ayer soñé con él». (Miguel Alberto Bartolomé, La insurrección de Canek, p. 24). En una situación como la que acabamos de describir, la conclusión es muy fácil, pero también es retórica: Jacinto Canek sigue vivo en el corazón de su pueblo. De extraordinaria utilidad para ciertos grupos políticos, tal conclusión no ayuda, sin embargo, a responder preguntas tales como por qué sigue «vivo», de qué manera sigue «vivo» y en qué consiste la dinámica de esta «vida» que es interior(íntima, individual) y exterior (colectiva, política, social) al mismo tiempo. Si ligamos este tipo de interrogantes a un personaje histórico concreto, a Simón Bolivar, el Libertador, el Padre de varias repúblicas y pueblos, el hombre de la Espada, la trágica figura del Poder--querido y del Poder--no alcanzado y, en fin, el símbolo del «orden autoritario» para unos y de la «profecía  revolucionaria» para otros, tendremos entonces la posibilidad de iniciar un estudio sobre un personaje histórico verdaderamente «vivo» y sobre las premisas sicológicas en que se mueve su «vida». Ahora bien, es posible distinguir tres tipos de enfoque en el campo de lapsicohistoria: El primero, y más común, es el que se basa en la vida de los «grandes hombres», es decir, en estudios sicobiográficos de las figuras heroicas del pasado, y que suele presentarse en tres variantes: a) El personaje histórico es visto como prototipo de su época, como portador del “etos” de su medio social, como receptor pasivo de, por ejemplo, los deseos y necesidades de las masas, como su vocero”

Comentario de vmgf: Totalmente de acuerdo con la exposición, hasta ahora. Seguimos:

 
“b) El personaje histórico es considerado como transformador heroico, como innovador que, tratando de enfrentar y resolver sus propios problemas, rompe con las convenciones de su medio y logra introducir algo nuevo en el marco de su propia cultura, modificándola; los ejemplos de esta variante abundan, y puede decirse que las figuras revolucionarias son su objeto predilecto.
c) El personaje histórico es tratado como un simple «paciente», como un objeto de diagnóstico y análisis sicológico. Esta variante es a menudo caricaturizada como si se tratase del único método de la psicohistoria. Si bien es un método limitado, que presenta riesgos y peligros, especialmente cuando no se tiene acceso a fuentes autobiográficas, es también muy útil cuando se trata de aportar informaciones acerca de rasgos o particularidades de la personalidad. El segundo tipo de enfoque consiste en el tratamiento de la cultura, el carácter nacional, las tradiciones, los valores y la conducta de grupo, a través de la investigación de sentimientos humanos específicos, fantasías compartidas, ritos y experiencias comunes, a través de un período histórico de cierta extensión. El tercer tipo de enfoque, en fin, se refiere a aquellos trabajos de naturaleza más bien teórica que comparan, por ejemplo, las similitudes entre el procedimiento sicoanalítico y la actividad reflexiva del historiador, así como la importancia dual de los conceptos teóricos. La mayor parte de la investigación psicohistórica se ha concentrado en el primer tipo de enfoque: el personaje más que el acontecimiento. En cierto sentido, lapsicohistoria ha estado implícita en toda historia biográfica, usándose a menudo una sicología de sentido común. Un prerrequisito fundamental de este modo de hacer historia biográfica es, sin duda, el acceso a suficiente material documental privado (diario de vida, correspondencia íntima o relatos confiables de testigos oculares), sin el cual no se puede romper la barrera censora del material público u oficial relativo al personaje histórico estudiado. En estas notas rechazaremos la psicobiografía, a la cual no consideramos una línea fructífera de investigación, en parte porque no hay suficiente documentación accesible acerca de los pensamientos privados de Bolivar en los distintos períodos de su vida. Para todo propósito y en todos los sentidos, Bolívar fue un hombre público, un producto, hacedor y propagador de una imagen. Y es fundamentalmente esa imagen, ese mito, esta particular versión dela figura del caudillo, lo que deseamos ver a través de nuestros «lentes psicohistóricos». Hemos decidido, pues, indagar en las representaciones simbólicas acerca de Bolívar y el culto a Bolívar, para dejar planteadas algunas ideas acerca de su significado sicológico, político e histórico”

Comentario de vmgf: Totalmente de acuerdo hasta ahora. Seguimos:

 
5) En el desarrollo de nuestras consideraciones será necesario, desde luego, hacer referencias de orden teórico: la construcción teórica de la función del padre y dela imagen del padre, observaciones acerca del ego y de la sicología de grupo, conceptos sobre el carisma y la relación carismática, elementos básicos de la teoría del poder, etc. Tales referencias, al mismo tiempo que constituyen una base conceptual para la interpretación de los fenómenos que se discuten, sirven para intercalar comentarios a lo largo del texto y por eso no se encuentrana grupadas en un capítulo especial. Algunas consideraciones generales acerca de la psicohistoria parecen necesarias, tanto para fijar ciertos puntos conceptuales de partida, como para precisar el sentido en que ciertos términos serán usados en estas notas. La psicohistoria es el estudio del cambio de las diferenciaciones simbólicas. Las palabras «símbolo» y «simbólico» se emplean aquí en un sentido mucho más amplio que el habitual: «símbolo» no significa aquí una imagen fija de representación. En la acepción que usamos, símbolo es cualquier objeto que, representado en la mente  de un sujeto individual o colectivo, cumple una función al ser usado para la realización de acciones y el desarrollo de hábitos y conductas. Un sujeto cualquiera, pues, estará envuelto en un proceso simbólico cada vez que emprenda una acción basada en el uso funcional de un objeto. El símbolo, así concebido, puede ser analizado, «desplegado», para comprenderlos procesos íntimos de las acciones individuales y colectivas. Del mismo modo que un sueño puede ser analizado ad infinitum, hasta incluir en el análisis toda la historia mental de un individuo, también todo símbolo —ya sea verbal, ya sea una imagen o una idea abstracta— es susceptible de un análisis que llegue eventualmente a abarcar la escala completa de la experiencia humana compartida. Una serie, un conjunto de símbolos conectados o relacionados entre sí, puede representar una determinada fantasía, y dar cuenta así de los diversos aspectos del deseo originario. Así pues, el aparato simbólico de la cultura incluye un conjunto de representaciones que condicionan toda la existencia consciente y subconsciente de los sujetos participantes en esa cultura. Una vez establecidos, tales símbolos adquieren una importancia fundamental para la historia; quedan arraigados en un impulso atemporal que, en cualquier forma que sea realizado, nunca llega a ser una realización cabal del deseo original. Cada símbolo se halla en el centro de una inmensa red de significados, que se extiende desde las más amplias actividades culturales hasta los estados másprofundos de la mente individual. Cuanto más ricos, cargados de dinamismo y cercanos a hechos históricos importantes, sean tales significados, tanto más fuerte será su impacto psicohistórico”

Comentario de vmgf: Sin discrepancias hasta ahora. Seguimos.

 6)  “Por otra parte, ni los símbolos ni los conjuntos de significados son inmutables. En la medida en que la ideología social influye en la estructura sicológica de los hombres, no sólo se reproduce a sí misma en la mente de éstos, sino que —lo que es más importante— se convierte en una fuerza real, en un poder material dentro del individuo, quien a su vez se ve modificado concretamente y actúa, en consecuencia, de un modo diferente. El estudio de tales procesos de cambio, de las representaciones mentales de la realidad social, y de las, funciones que tales “representaciones cumplen en la actividad social de los individuos y grupos, constituye la preocupación fundamental de la psicohistoria. Grabado de M. N. Bate, Londres, 1819”

Comentario de vmgf: Hasta ahora no hay divergencias. Seguimos.

 

7) “II. La imagen y la función del PadreAl abordar la existencia sicológica de Bolívar en la historia y en la política, conviene tener presente algunos hechos que no son objeto de estas notas, pero que de un modo u otro influirán en nuestras observaciones: la existencia histórica y política de Simón Bolívar es un hecho sicológico para el mismo Bolívar; las relaciones que él establece con su propio yo tienen por lo demás su propia historia y su propio desarrollo, y forman parte de ese apasionante campo de estudios que más de un historiador ha intentado recorrer y escudriñar para aproximarse a la «sicología del Libertador»; y por otra parte, la «historia clínica» de tal sicología puede ser ampliamente documentada y científicamente discutida, a partir de las circunstancias objetivas en que fue modelado este «caso» sicológico (la temprana pérdida de la madre, la presencia de la tuberculosis en la primera infancia, la particular relación con el padre, con el tío y con los maestros, la evolución de sus relaciones con la mujer —o con las mujeres—, los accesos de delirio y sus características sicosomáticas, la influencia de su enfermedad sobre la psiquis, el ciclo evolutivo de su temperamento, etc.). Bolívar no es, de ninguna manera, un ser «normal»: su más notable «anomalía» es, desde luego, esa combinación de talento y cualidades temperamentales y morales que se llama grandeza en la terminología de la historia clásica. Pero él es anormal también en un sentido médico, es un enfermo, y su enfermedad es una combinación sicosomática de sus dolencias físicas (particularmente la tuberculosis) y de ciertas afecciones de la personalidad cuya naturaleza, repetimos, no estudiaremos aquí. Lo que importa es señalar que las anomalías de Bolívar —no importa cuál sea su diagnóstico— no son ajenas a la imagen que en torno a Bolívar crean sus contemporáneos y las gentes de las generaciones posteriores. Así por ejemplo, el delirio sobre el Chimborazo, presentado por el mismo Bolívar como una manifestación febril de su angustia por los destinos de América, será considerado por muchos historiadores y políticos como una visión profética —una especie de «trance» de clarividencia y premonición— que es inherente, ya a la revelación divina, ya a las características innatas del genio revolucionario. Un delirio es un delirio, sin embargo; y si preferimos dejar para otra ocasión el análisis sicológico de este momento crítico de la salud física y mental del Libertador, es precisamente porque nos interesa concentrar nuestra atención en el otro aspecto del problema: el de por qué y cómo este delirio se convierte en símbolo, en imagen, en instrumento político, en arma de combate y, caso extremo, en premisa ideológica para la construcción de una conciencia nacional latinoamericana. «Vuestra gloria crecerá con los siglos como crecen las sombras cuando el sol declina», exclamó ante Bolívar el cura Choquehuanca, y más tarde José Martí, en admirable síntesis, nos explicó por qué”…

 Comentario de vmgf: Sin objeciones hasta ahora. Seguimos.

 9)  “Hacer está hasta hoy; porque Bolívar tiene que hacer en América todavía». Y esto es verdad: la América Latina necesita hoy de libertad y de Libertadores, de Justicia y de brazos justicieros, de un destino nacional y de hombres dispuestos a construir ese destino. Tales cosas están pendientes todavía en ese continente. Pero también, para millones de individuos, para partidos políticos y grupos sociales, tienen todavía que hacer en la historia de la sociedad y en la relación del hombre con su porvenir, el Padre y la imagen del Padre, la Espada y lo que ella simboliza y evoca, y el Poder como meta irrealizada, temible y apetecible al mismo tiempo. El Padre, la Espada y el Poder: tres categorías diferentes en una sola persona histórica: Simón Bolívar. Tal imagen tiene una indudable y muy vigente función social, porque además de satisfacer necesidades históricas y políticas, resuelve también problemas espirituales y afectivos, en suma, sicológicos. Conocer y analizar esta imagen no es suficiente, si no nos esforzamos por comprender, por aprehender su función. Y esta función no está determinada solamente por el juego de intereses políticos y económicos que constituye el sustrato de la vida social sino, también, por la formas de conducta individual y colectiva que tejen la trama de «voluntades humanas» que, al decir de Engels, realizan el proceso de la historia. Conviene pues exponer algunas ideas acerca de la imagen del Padre y de su función, desde un punto de vista sicológico. En el estadio de la identificación primaria, el padre idealizado es esa imagen del padre autor y creador de leyes, principio de las mismas, temido y admirado, en el cual el niño delega la omnipotencia en sus pensamientos, y que representa un poder ilimitado, aunque oscuro en sus razones, protector y castigador. Tal es, más o menos, su presencia en el ámbito de la imaginación: En el estadio de la identificación secundaria, el padre ya no funciona como creador de las leyes sino como su representante, tal como lo plantea Lacan, quien, en efecto, nos enseña a discernir, por debajo del padre real, un conjunto de funciones que no son fáciles de articular: la metáfora paternal, el nombre del padre, la deuda paternal-deuda simbólica, etc. (ver en especial las páginas de los Écrits relativas a Schreber: 575-583). El papel del padre tiene entonces relación con un proceso cuyo desarrollo determina el paso de la relación dual imaginaria al campo de lo simbólico. La identificación abandona el ámbito de la imaginación y entra en un orden simbólico, donde la ausencia del sujeto para alguien, y de alguien para él, es «traducida» a una nominación, a un «código» en el que cada sujeto en cuestión ocupa un lugar determinado. Este es, puede decirse, el momento cultural del proceso: el sujeto es identificado por un significante, y todas las posibilidades de su identidad se estructuran a partir de esa matriz simbólica esencial. Este momento abre, inaugura un nuevo ámbito: se pone fin al vínculo proyectivo”

Comentario de vmgf:   Independientemente o de la validez, o no validez, del  enfoque psicoanalítico de este párrafo:
 --- “Hacer está hasta hoy; porque Bolívar tiene que hacer en América todavía». Y esto es verdad: la América Latina necesita hoy de libertad y de Libertadores, de Justicia y de brazos justicieros, de un destino nacional y de hombres dispuestos a construir ese destino. Tales cosas están pendientes todavía en ese continente. Pero también, para millones de individuos, para partidos políticos y grupos sociales, tienen todavía que hacer en la historia de la sociedad y en la relación del hombre con su porvenir, el Padre y la imagen del Padre, la Espada y lo que ella simboliza y evoca, y el Poder como meta irrealizada, temible y apetecible al mismo tiempo. El Padre, la Espada y el Poder: tres categorías diferentes en una sola persona histórica: Simón Bolívar”---

Al autor, o a los autores, solamente les faltó citar las frases favoritas de algunos seguidores de Chávez: “Alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina”---  Y la versión opositora era : “Alerta que camina la chequera petrolera por América Latina”. Además hay que recordar que Chávez “rescató” de las bóvedas del Banco central de Venezuela la famosa y bella Espada de Bolívar, regalada por el Congreso del Perú, que el extinto enarbolaba amenazante, constantemente, amenazando a sus opositores, y al “imperialismo”; también sus carísimas “réplicas” fueron otorgadas a feroces dictadores del mundo entero, en contraste absoluto con su simbología libertadora.

Espada del Perú
Obsequiada en 1825, -después de la victoria de Junín y Ayacucho- al Libertador, por la municipalidad de Lima, y con una medida de una vara y siete pulgadas de largo, la espada del Perú es sin duda, uno de los recursos históricos más notables que posee la América meridional”


Chávez ha entregado 18 réplicas de la espada de Bolívar a gobernantes

 

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El presidente Hugo Chávez ha entregado al menos 18 copias de la espada del Libertador a mandatarios extranjeros, honor que tradicionalmente se reservaba a los militares cuando ascendían a general de brigada.

Muammar Gaddaffi, presidente de Libia, fue el último gobernante que recibió el obsequio, durante una ceremonia celebrada el lunes de esta semana en Miraflores, donde también se le impuso el collar de la Orden del Libertador.

El hecho ha levantado polémica, ya que se suma a otras entregas a líderes de países cuestionados por su falta de democracia.

Mandatarios de Haití, Chile, Brasil (Fernando Enrique Cardoso y Lula Da Silva), Ecuador, Argelia, Indonesia, Irán, Nigeria, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Irak y Kuwait han recibido copias de la espada. Pero las entregas más polémicas han sido las hechas a los presidentes Robert Mugabe (Zimbabue), Raúl Castro (Cuba) y Libia (Muammar Gadaffi, cuyo representante la recibió en el año 2000.

El general Raúl Salazar, ex ministro de la Defensa, recordó que la réplica se entregaba a los generales en ascenso, pero también la obsequiaban los mandatarios de gobiernos anteriores. 'Se daba como símbolo de mando y como demostración de amistad', dice.

'La polémica ahora es porque hay que considerar bien a quién se le entrega. En los últimos casos, ha sido a personas reconocidas en el mundo como dictadores, como Mugabe y Gaddaffi', precisa Salazar.

El ex embajador Fernando Gerbasi afirma que la iniciativa de entregar la réplica no era muy frecuente en el pasado.

'Entregarla a presidentes es más bien un invento de este gobierno', afirma.

El diplomático añade que la frecuencia con que Chávez otorga la copia de la espada revela que hay 'poco control' en la materia. Al contrario de la espada, las más importantes condecoraciones que otorga el Ejecutivo están normadas cada una por una ley.

La máxima entre ellas es el Collar de la Orden del Libertador, que se impone también a gobernantes extranjeros. El presidente de Rusia, Sergei Medvedev, fue uno de ellos, así como Mijail Kalashinikov, el general ruso creador del fusil kalashnikov, del cual el gobierno ha comprado 100 mil ejemplares.
 
 
 
FINAL DE LA PRIMERA PARTE DE LA RESPUESTA A LA PREGUNTA NO.3
 
 
 
10) “Introyectivo,  fascinador, y se inicia el proceso de la identificación sobre una nueva base: los dos miembros de la relación (padre e hijo) se han perdido recíprocamente, ya no existen el uno para el otro, y el primero se erige como una realidad diferente y ajena, superior y distante, realidad sicológica que es una construcción simbólica del segundo. Ahora bien, la relación entre la función paterna y la representación del Poder es íntima y estrecha. La primera es la condición de posibilidad para que exista la segunda, ya que ésta se construye, obviamente, gracias a la existencia defunciones del psiquismo que permiten la existencia de la representación. Pero, a su vez, la representación que cada sujeto se hace del padre y del poder, es capaz de influir en sus funciones síquicas y físicas: la función es modificada por la significación que adquiere al ser representada en el psiquismo, esto é al entrar a formar parte de la representación. El sujeto se constituye, se mantiene, se reconoce a sí mismo —parcialmente almenos—, a través de su identificación con la imagen del otro (es decir, del padre y del poder). Usamos la palabra del en un doble sentido. Primero, queremos decir: a imagen y semejanza de cómo el padre y el poder («el otro») se presentan o están representados para el sujeto que se identifica con ellos, con ese «otro»; y aquí tenemos en cuenta, también, que esa imagen del padre y del poder es, o puede ser, la imagen que el padre y el poder tienen de sí mismos y que el sujeto que se identifica con ellos acepta como tal. En este caso el sujeto se construye por identificación con la representación del otro. Y, segundo, el término del puede tener también el sentido de que el sujeto se constituye sobre la base de la imagen que el otro tiene de él y que de este modo lo identifica como sujeto. El otro ve al sujeto de determinada manera, y el sujeto se identifica con esta imagen. Tal proceso es posible porque en la psiquis del sujeto existen, asociadas de múltiples formas con la imagen del padre, las imágenes, discursos, prácticas, signos y representaciones acerca del papel que los guías; conductores, líderes y jefes juegan en el proceso social; esas formas de asociación, que proveen el material fantástico sobre el cual los individuos y los pueblos construyen el mito acerca de sí mismos y de sus «padres», pueden variar, y de hecho varían, según las diferencias culturales, éticas, religiosas, estéticas, políticas y económicas que dan cuenta de la coyuntura particular en que cada proceso social tiene lugar. Es de hacer notar, por último, que la función del padre y del poder se evoca a menudo sobre la base de un personaje y sus accesorios histórico-personales: la espada, el bastón, el libro de la ley, el vestuario, el gesto y la pose, el caballo, la frase que lo identifica, el título. Se crea así un montaje teatral, dramático, que subraya la fuerza y la virilidad del símbolo y que remite la función del padre y del poder”…
 
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11)  … y del poder a esos atributos externos, a  esos velos, a esos elementos representativos. ¿De qué modo se han identificado las gentes con ese Padre, con su poder, y con su representación del poder? ¿De qué modo se identificaban con la imagen que Bolívar tenía de sí mismo y que él quería reproducir y perpetuar? ¿Cuál era esta imagen? ¿De qué modo, en fin, se identificaban ellos con la imagen que Bolívar tenía acerca de ellos, de su identidad y de su destino? ¿Cuál ha sido la evolución de estas representaciones y sentimientos, y cuál ha sido la suerte de la espada, el más importarte de los accesorios simbólicos de este Padre? Tales son algunas delas cuestiones que discutiremos a lo largo de estas notas. III. El símbolo en la trama del Poder Acaso pudiéramos comenzar —como en aquellos cuentos de García Márquez en que el relato se inicia por su desenlace— recordando algunas situaciones producidas durante los últimos meses de vida de Simón Bolívar. Poco antes de su alejamiento definitivo del poder, el Libertador se ve sometido a la acción de las potentes fuerzas políticas y sociales que se mueven en el caos original de la república. Sus amigos y partidarios constituyen una muchedumbre heterogénea e indisciplinada, sacudida por conflictos internos y luchas intestinas, pero más o menos cohesionada por la ambición del poder y por muchas otras ambiciones cuya legitimidad o ilegitimidad no es del caso discutir. Entre las huestes bolivarianas —tal vez fuera mejor decir bolivaristas, para acoger a quienes usan el nombre de Bolívar para fines diferentes de los que plantea la concepción bolivariana de la historia y de la política— están las camarillas militares, los legionarios extranjeros, los soldados sufridos y harapientos que tantas brillantes campañas han hecho bajo las órdenes del Libertador, y una abigarrada masa de políticos civiles, unos llenos de talento y de fuerzas morales, otros oportunistas y bellacos, mediocres y arribistas. Héroes y traidores, seres luminosos como Sucre y taimados como Montilla: de todo hay entre las gentes que apoyan al régimen bolivarista. Los enemigos y adversarios de Bolívar no son mejores. En este campo también hay de todo. Incluso el reducido grupo de conspiradores que acaba de intentar el asesinato del Libertador, es heterogéneo y tiene contradicciones internas. Luis Vargas Tejada y Florentino González parecen ser dos polos opuestos, no solamente por sus concepciones políticas y económicas, sino además por su estilo, por su conducta moral y por sus cualidades temperamentales. Pero tanto el uno como el otro odian el militarismo, son civilistas, aborrecen el paternalismo bolivariano, rechazan y temen toda forma, abierta o encubierta de autocracia y se sienten —como muchos otros ciudadanos— mucho más protegidos y representados bajo la sombra de otro Padre: el general Francisco de Paula Santander”…
 
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FIN DE LA PRIMERA PARTE DE LA PREGUNTA N0.3
 
 
 
FUENTES SECUNDARIAS:
 
 


 
 
 
 
 
 

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