sábado, 17 de mayo de 2014




domingo, 1 de diciembre de 2013

MUJERES GUERRERAS

El hecho de ser mujer la convierte en un objetivo específico, y en un recipiente merecedor de la enemistad de Satanás. “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya” (Génesis 3:15). La enemistad es un odio arraigado acompañado de una hostilidad irreconciliable.

Aquí se describe una brecha tan profunda, que con cada generación que transcurre el odio y la hostilidad de Satanás se profundizan, a medida que se le va acabando el tiempo y se incrementa la urgencia. Sus ataques contra las mujeres y los niños jamás habían sido tan maléficos, claros y generalizados. Tenemos evidencia de esto en el cálculo conservador de cincuenta millones de mujeres que se encuentran actualmente desaparecidas de la faz de la tierra. ¿Qué quiero decir con que están desaparecidas? Que se han ido, para nunca más volver. La causa principal de su desaparición es la práctica del “genericidio”. Genocidio es la matanza de un grupo racial, nacional, político o cultural específico. El genericidio es la ma- tanza basada en el género.

En su libro Unnatural Selection [Selección no natural], la autora Mara Hvistendahl cita estadísticas que revelan esta atrocidad: solo en Asia, unas ciento sesenta millones de bebitas jamás llegaron a ver la luz del sol porque su nacimiento fue interrumpido por el aborto. En países como China, India y Pakistán; así como en el continente africano, el solo hecho de ser mujer pone su vida en riesgo. Puede ser sinónimo de abuso, negligencia, o de ser víctima de un asesinato de honor. Querida amiga, no piense que usted está a salvo por el solo hecho de no vivir en una nación del tercer mundo. Las estadísticas no mienten. El lugar donde nació solo significa que usted será atacada de una manera diferente. El enemigo asesino vendrá a usted desde otro ángulo, y creo que ya está trabajando ardua- mente para distraerla, de manera que usted nunca nazca para el plan que Dios tiene para su vida.

Mi intención al decirle estas cosas no es asustarla, sino advertirla sobre la importancia de su momento histórico. Como hija de esta era, usted es uno de los objetivos de Satanás. El con- vertirse en una heroína es su decisión. Si usted no es capaz de ver las cosas claramente, tomará estos ataques contra su género o su fe personalmente, y en consecuencia responderá personal- mente. Pero este es un asunto que va mucho más allá de cual- quiera de nosotras, y no hay manera alguna en la que pueda luchar esta batalla por su propia cuenta. Este conflicto requiere de estrategias divinas y de apoyo de arriba. Aunque comienza con nuestra respuesta individual, eso no es suficiente. Debemos estar armadas individualmente con lo eterno y preparadas para trabajar en compañía de otros. Por muy horrorosas que puedan parecer las estadísticas, estas solo nos dan una vislumbre de la oscuridad mayor. Es hora de que levante su mirada y preste su voz a lo que el cielo desea que usted diga en medio de esta tragedia. La trama esta establecida: en un lado un enemigo cruel e implacable está dedicado completamente a su destrucción, y en el otro un Príncipe glorioso y amante está igualmente determinado a que usted logre aquello para lo cual ha sido creada. Jesús, nuestro Príncipe celestial, siempre la amará. Su amor es eterno, y más fuerte que la enemistad de su asesino.

El papel que usted escoja jugar en esta batalla es el factor decisivo. ¿Qué escogerá usted: ser una civil desarmada, una víctima, una prisionera de guerra, o una heroína? Tenga esto en mente al momento de tomar la decisión: en esta batalla no hay un lugar intermedio seguro. Es solo cuestión de tiempo antes de que usted se una definitivamente a un lado o al otro. Es preferible determinar voluntariamente de una vez cuál será su posición, que posicionarse de manera automática por medio de la pasividad. Recuerde: Dios la escogió a usted desde antes de la creación del mundo. “En Él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. En Él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en Él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Efesios 1:11–14). Según entiendo, durante los últimos días de la historia las cosas serán simples. O usted es caliente o es fría, o es fuerte o es débil, o está comprometida o no lo está, o es soldado o es traidora, o es libre o está cautiva, o es una heroína o una víctima. Estas elecciones suenan radicales, pero deben ser así para que puedan comunicar el trance de nuestra situación actual como mujeres. Yo no estoy diciendo que usted está bajo una amenaza de genericidio inmediata, pero quiero subrayar la urgente necesidad de que tengamos una respuesta proactiva y constructiva. No es momento de estar inadvertidas y desarmadas. Mientras escribo esta obra, he repasado el libro The Screwtape Letters [Cartas del diablo a su sobrino], de C. S. Lewis, en el que se desarrolla un intercambio de correspondencia ficticio entre un demonio joven y su mentor, sobre cómo entrampar a un joven. Lo interesante de este libro es que nos da una vislumbre de la manera en que trabaja el enemigo, y de cómo retuerce y pervierte las verdades para que nos alejemos de Dios. En una sección, los demonios están haciendo alarde de su capacidad de distorsionar el rol de las mujeres, y uno de ellos dice: “Todo se resume en la oración que según dicen pronunció una joven humana recientemente: ‘Dios mío, ¡haz de mí una chica normal del siglo XXI!’. Gracias a nuestro trabajo, esto significa: ‘Hazme una atrevida, una tonta, y un parásito’”. Me da tristeza la ironía profética de esta publicación de 1942, pues dibuja perfectamente la postura de una gran cantidad de las jóvenes de nuestro tiempo. Cuatro palabras de esta cita sobre- salen entre las demás: “normal”, “atrevida”, “tonta”, y “parásito”. Hablemos primero de ser una chica “normal”.

Cuando usted nació de nuevo, dejó la “normalidad” atrás. Esto no quiere decir que se convirtió en una mujer rara o anormal, sino que cuando fue cubierta por el manto de justicia dejó atrás aquello que es habitual o común para las personas. Aunque esté viviendo este período de su vida en la tierra, usted es básicamente una hija de la eternidad. Tenemos luego el término atrevida, que significa mujer se- ductora o lasciva. Algunos sinónimos de atrevida, son: callejera, ramera, zorra, prostituta. Lamentablemente, estas palabras son comunes en las canciones que escuchamos en nuestra cultura del siglo XXI. La palabra tonta era muy usada en el siglo XIX para describir a alguien con un coeficiente intelectual de un niño de ocho a doce años. En el contexto de la cita del libro de C. S. Lewis, se trataba de una generación de chicas que se negaban a crecer y a dejar de ser niñas para tener la sabiduría de una mujer. Y finalmente, un parásito es alguien que vive aprovechándose de otra persona sin ofrecer nada útil a cambio. ¡Es la antítesis de lo que una hija de Dios debe ser! Debemos apoyar a otros y dar oportunidades a los que están en desventaja, ¡no aprovecharnos de los demás! Fíjese en las portadas de las revistas para mujeres que abarrotan las cajas registradoras de los supermercados. Pareciera que el envejecimiento es una enfermedad, mientras que la fugaz juventud y la inmadurez son celebradas. El arrojo sexual supera a la verdadera intimidad, y se nos anima a vivir de manera extravagante, tomando todo lo que podamos en el proceso. Qué bajo hemos caído. Lo “normal” no sirve, y el enemigo obviamente sabe que fuimos hechas para algo más. ¿Qué cosa dejaremos que predomine en nuestras oraciones? Usted no puede permitir que la presión de las circunstancias domine sus oraciones. No puede confiar en que nuestra cultura le dará las palabras necesarias. Sus palabras deben ser estructuradas desde lo alto. El Creador del cielo y de la tierra es el arquitecto y autor de nuestras vidas. Es hora de que las mujeres de este siglo XXI proclamen las palabras del cielo. Es posible que su anhelo sea mayor que la capacidad que usted tiene de expresarlo en palabras, y de allí la necesidad de tener una espada. Creo que de una u otra manera usted anhela ser una hija heroica y extraordinaria del Dios eterno, con un comportamiento íntegro, una madurez radiante, y una vida dedicada a mejorar las vidas de los demás.

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