Fecha: 3 de marzo de 2014
Escribo
desde Venezuela, poeta español José Manuel Diez. (Vale la pena
leerlo)
Escribo desde Venezuela, patria de la revolución
revolucionada, del golpe de estado sobre el golpe de estado, de los cinco
climas y las siete Miss Universo. He cruzado el Atlántico por cuarta vez en mi
vida, con la única compañía de mis tres libros de poemas y la promesa de un
hallazgo feliz: el XI Encuentro Internacional de poesía Universidad de
Carabobo, donde me toca sumar acento extremeño a un crisol de voces ya de por
sí ecléctico e ilusión española de Quijote a una cita ya de por sí ilusionante.
Escribo desde Venezuela. País verde de aguacate, de
papaya, de uniforme militar. País de la sonrisa limpia y el gobierno sucio.
País de almas chéveres. Paisaje y paisanaje de hombres dudosamente guapos
bailándoles las caderas a mujeres indudablemente bellas. Donde un litro de agua
es diez veces más caro que un litro de gasolina, donde la izquierda y la
derecha son lo mismo y lo contrario y qué quiere usted que le cuente de esta
vaina de malandros, mi pana. País de refranes y afanes, donde todo lleva el
nombre o la sombra de Bolívar y el reggaetón rompe los tímpanos y la mentira
huele a petróleo y la poesía brilla por su decencia y la arepa hace funciones
de desayuno, almuerzo y cena.
Escribo desde Venezuela. Hay miedo en las calles
cuando llega la noche y ojos de precaución a todas horas. Pero suena Simón Díaz
en los transistores y todo se apacigua. Largas colas de coches adornan Caracas
y Valencia. Los atracadores van en moto y gritan quieto por la espalda.
Los centros comerciales están atestados de sonrisas y
pechos operados. En el aeropuerto encaro dos controles antidrogas en diez
minutos. Y todos me preguntan que a qué vine, que cuánto dinero traje, que
cuántos días estaré. Digo que soy poeta y se sonríen. Digo que soy español y me
aseguran que tienen familia en Tenerife. En las esquinas del centro los
predicadores vociferan sobre Cristo, Buda o Jehová y una anciana vende tequeños
fritos con la mirada perdida en la sartén.
ESCRIBO DESDE Venezuela. Aquí mis compañeros me llaman
Poeta Díez y siempre es buen momento para brindar con una Polar verde o un ron
Santa Teresa. En las paredes se leen consignas inverosímiles, perfiles de
Maduro , epígrafes de los próceres, palabras podridas por tanto mal uso... Y en
todas las casas hay doble puerta, y en todas las ventanas hay barrotes, y en la
universidad los perros sin dueño son los invitados de honor. Chavistas y
escuálidos; vencedores, vencidos y convencidos; cachicamo diciéndole a morrocoy
conchudo.
Escribo desde Venezuela. He venido para desnudar las
naranjas y vestir las alondras. He venido para vislumbrar a Armando Reverón,
Arturo Michelena, Vicente Gerbasi y Rómulo Gallegos . He venido para comprender
que el edificio no es el edificio sino las vidas que soporta. Y no todo el que
canta está feliz, y no todo el que sopla sabe hacer botellas. Aquí he probado
la cachapa, el queso telita, la torta tres leches, la empanada dominó, la tarta
de arequipe y la caraota con queso. Aquí he conocido Trincheras, la Boca de
Aroa, Tucacas, Falcón, Morón, Puerto Cabello, Cayo Los Juanes, Casabe, Caracas
y Valencia. Y he sentido el Caribe abrazándome la cintura y he visto una lluvia
de estrellas en el parque nacional de Morrocoy.
Escribo desde Venezuela. Hay pájaros de colores en
cualquier árbol raquítico, iguanas y osos perezosos. Y animales de nombres que
jamás había escuchado, como el Chigüire, la Baba, el Tuqueque, la Tonina o el
Oso Frontino. Hay prostitutas de difícil clasificación sexual en la calle
Bolívar de Caracas y una naturaleza salvaje envolviéndolo todo, como en los
mejores cuentos de Jack London. La lluvia tropical descarga con fuerza y las
ciudades se inundan por momentos. Los cortes de luz parecen una broma a las
cuatro de la tarde, pero no hacen tanta gracia si te sorprenden dentro de un
ascensor en un octavo piso.
Escribo desde Venezuela. Aquí no hay malos ni buenos,
me explica un taxista. El malo puede invitarte a tomar ron en su casa y el
bueno puede necesitar tu dinero o tus zapatos. Aquí el beisbol es el deporte
nacional y el fútbol español la enfermedad internacional. Aquí los perros
calientes son superiores a los hot dogs americanos y el merengue y la salsa son
mejores que en Cuba. A las cinco de la madrugada las ciudades se despiertan y a
las nueve de la noche hasta las puertas de los hoteles echan la llave.
Escribo desde Venezuela. Y sé que ya me voy, sin irme
del todo. Y sé que permaneceré en los versos de Edda Armas, Antonio Trujillo,
Carlos Osorio . En las drogas silvestres de Teófilo Tortolero , en los cuarenta
y siete años de música de UC Jazz, en las mejores portadas del periódico
Carabobeño, en las traducciones italianas de Alejandro Oliveros y en el número
158 de la revista Poesía.
Escribo desde Venezuela y, de paso, para Venezuela.
País donde he dejado un trozo de corazón y una pasión de versos tan pura como
inexplicable. País donde no me he sentido extranjero ni por un fugaz segundo. Y
tampoco español ni venezolano, sino tan solo poeta, la que quizá es mi única y
verdadera identidad. País al que volveré, siquiera en sueños.
Escribo desde Venezuela para escribirme y describirme;
mejor en la distancia de un país cercano; mejor en las alturas de un país
profundo; mejor en la unidad de un país dividido. La palabra GRACIAS es la
única posible. Esa palabra que une idiomas y borra fronteras. Esa bendita
palabra, y todo el silencio que queda al pronunciarla.
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