Manuel Castro Rodríguez
I) Hoy, 7 de febrero de 2014, se cumplen 55 años del asesinato de la Revolución cubana. Apenas transcurridas cuatro semanas de su entrada triunfal a La Habana el 8 de enero de 1959, Fidel Castro Ruz hizo que se eliminara de un plumazo el espíritu democrático liberal de la Revolución: hizo aprobar la Ley Fundamental que de hecho derogaba la Constitución de 1940, cuyo restablecimiento había sido el leitmotiv de la lucha contra el régimen de Batista. Con ello se demuestra que es falso que las represalias económicas norteamericanas –tomadas un año después- arrojaran a Castro en los brazos de la Unión Soviética. Su obcecación por el poder absoluto fue lo que lo llevó a ello.
Esa Ley Fundamental estuvo vigente hasta 1976, aunque sufrió infinidad de modificaciones.
El 1 de enero de 1959 se desplomó la tiranía batistiana (1952-1958), fruto del golpe de Estado que el 10 de marzo de 1952 dio inicio a este holocausto que pareciera no tener fin. Más nunca he vuelto a ver tanta alegría como la que se vivió en Cuba en los primeros días de enero de 1959, es una experiencia inolvidable e imposible de describir. La Habana, mi ciudad natal, jubilosa a decir no más. Pero muy pronto la alegría se convertiría en lágrimas: Cuba pasaría de la dictadura de Fulgencio Batista a la tiranía totalitaria de Castro. Como expresó Juanita Castro, hermana de Fidel y Raúl: “La gran tragedia de Cuba empezó con Batista y siguió con Fidel”.
A las cinco semanas de haber triunfado, la Revolución cubana sería traicionada por el propio Fidel Castro. Como reconoce Canek Sánchez Guevara, primer nieto de Ernesto ‘Che’ Guevara:“La primera traición es que no se quería hacer tanto una revolución como recuperar la Constitución de 1940 y llegar a unas elecciones”.
Fidel Castro Ruz se había comprometido públicamente con restaurar la Constitución de 1940 y las libertades conculcadas por Batista, y realizar elecciones libres una vez derrocada la tiranía batistiana. Véase el Manifiesto de la Sierra Maestra, firmado por Castro.
Incluso, el 18 de enero de 1959, tres semanas antes del asesinato de la Revolución cubana, salió publicada la segunda parte de la Edición de la Libertad de la revista Bohemia, en la que Raúl Castro Ruz declaró:
“Puedes asegurar que si nosotros logramos hacer cumplir fielmente la Constitución de 1940, habremos realizado una verdadera revolución”.
Sin embargo, el 7 de febrero de 1959, el mismo día que cumplí diez años de edad, Fidel Castro hizo aprobar la Ley Fundamental que derogaba la Constitución de 1940 que él mismo había prometido restablecer y hacer cumplir. Al asignarle al Consejo de Ministros la función de legislar, Castro echó la República por la borda. En muy poco tiempo, Castro realizó la legalización del totalitarismo en Cuba.
El artículo 25 de la Constitución de 1940 proscribía la aplicación de la pena de muerte por delitos políticos, autorizando al Consejo de Ministros la imposición de dicha pena “para casos de delitos de carácter militar, de traición o espionaje en favor del enemigo en tiempo de guerra con nación extranjera, y otros de pistolerismo y terrorismo de extrema gravedad”. Véase aquí, donde está explicado detalladamente.
La Ley Fundamental del 7 de febrero de 1959 fue promulgada por el Consejo de Ministros del entonces recién constituido Gobierno Revolucionario. Es inconcebible que ni uno solo de los excelentes juristas que integraban ese Consejo de Ministros –José Miró Cardona, Manuel Urrutia Lleó y Humberto Sorí Marín- se percataran de que esa ley serviría de base para la instauración de un régimen totalitario. Su error lo pagarían caro: Miró Cardona y Urrutia Lleó tuvieron que exilarse ese mismo año; Sorí Marín sería fusilado dos años después, gracias a la ley que él mismo aprobó. Como señaló Albert Camus, izquierdista francés y premio Nobel de Literatura 1957: “La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas”.
Muy pronto las campanas doblarían por otros revolucionarios. Esa Ley Fundamental y sus sucesivas modificaciones les dieron luz verde a los Castro para que se entronizaran en el poder mediante el derramamiento de un río de sangre: Al régimen de los hermanos Castro se le han documentado5.732 muertes por fusilamientos, asesinatos y desapariciones hasta el 15 de diciembre de 2008.
Dos meses después de haber hecho aprobar la Ley Fundamentalquederogaba la Constitución de 1940, se produce el viaje de Fidel Castro a Estados Unidos, acompañado por Felipe Pazos, presidente del Banco Nacional; Rufo López Fresquet, ministro de Hacienda; Regino Boti, ministro de Economía; y otros. Todos los acompañantes de Castro tenían una reconocida trayectoria democrática liberal. Estados Unidos –al igual que antes lo habían hecho Cuba y América Latina- se rindió al embrujo de Castro. Todos miraban para otro lado para no ver que la Revolución cubana había sido traicionada por Castro.
El 17 de mayo de 1959, tres meses después de haberse aprobado la Ley Fundamental que derogaba la Constitución de 1940, se promulga la primera Ley de Reforma Agraria, que provocaría las primeras fricciones entre Estados Unidos y Fidel Castro.
Al menos dos generaciones de cubanos han sufrido la dictadura dinástica comunista. Un día como hoy hace 55 años la Revolución cubana pasó de humanista a totalitarista. La Cuba de Castro es una serie en tres partes producida y dirigida por Humberto López Guerra. Fue estrenada en Estados Unidos en 1989. Se le considera como la serie televisiva más completa producida en la década de los ochenta del siglo pasado. Esta es la primera parte: Del Humanismo al Comunismo. Aunque tiene algunos errores, es digna de ver por aquel que no conozca las últimas seis décadas de la historia de Cuba.
Manuel Castro Rodríguez
15 de febrero de 2010
Dotado de gran carisma y capacidad histriónica, Fidel Castro sedujo con su oratoria. Su comportamiento maquiavélico no tiene parangón en América. El 16 de febrero de 1959, al tomar posesión como Primer Ministro, declaró: “Estaré aquí mientras la máxima autoridad de la república -que es el Presidente- lo estime pertinente o mi conciencia me diga que no soy útil” (http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1959/esp/c160259e.html).
Cinco meses después, el 16 de julio de 1959, Fidel renunció. Cuba se conmocionó. Antonio Núñez Jiménez escribió: “Se planteó, en esencia, un conflicto entre el Primer Ministro y Jefe de la Revolución y el presidente provisional de la República”. El 17 de julio de 1959, en una maratónica comparecencia en CMQ-TV, Fidel atacó violentamente al presidente Manuel Urrutia Lleó, que se vio obligado a renunciar. Con ello comenzaba la autocracia.
¿Quién podría ni tan siquiera haberse imaginado el 17 de julio de 1959, que a Fidel le obsesionaba el poder? ¿Esa obcecación fue la que llevó al joven revolucionario a transformarse en el peor tirano que ha padecido este continente?
Durante la década siguiente, Cuba fue visitada por intelectuales del mundo entero, pero ninguno se dio por enterado de la feroz represión que sufríamos los cubanos, la más cruel de la historia americana (http://www.youtube.com/watch?v=pmnh9VgenJU).
Fidel recibía alabanzas de izquierdistas e intelectuales. En febrero de 1967, el escritor peruano Mario Vargas Llosa expresó que Cuba “ha reducido a una proporción humana las diferencias sociales” y “ha demostrado que el socialismo no estaba reñido con la libertad de creación”.
Desde la apología realizada por Vargas Llosa han transcurrido 43 años. La mayoría de los izquierdistas latinoamericanos y españoles continúa mintiendo o guardando silencio cómplice; pretende seguir ignorando que Fidel ha implantado una tiranía dinástica, única en Occidente en pleno siglo XXI.
Según el comunista español José Manuel Martín Medem, ex corresponsal de TVE en Cuba: “Raúl no puede perfeccionar el socialismo porque en la isla no lo hay: el autoritarismo de Fidel impidió el establecimiento de un socialismo cubano” (http://www.revistapueblos.org/spip.php?article1258).
Un nieto del “Che”, Canek Sánchez Guevara, señala: “El sistema político cubano se ha comportado como una monarquía y no sé por qué se le sigue llamando socialismo”.
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