Reuters/Eyanir
Chinea
Caracas,
5 mayo 2014.- Presionado por el desabastecimiento de alimentos que
está poniendo a prueba hasta la paciencia de los propios chavistas, el
presidente socialista Nicolás Maduro introducirá pronto una polémica tarjeta de
racionamiento en Venezuela.
Pero la
medida para combatir el multimillonario desvío de alimentos subsidiados ha sido
denunciada por la
oposición como la prueba que faltaba sobre la "cubanización" de la
nación petrolera.
El
Gobierno calcula que al menos un 40 por ciento de la comida que importa para
vender a los venezolanos más pobres termina en el mercado negro, acentuando el
desabastecimiento.
Y su
"Tarjeta de Abastecimiento Seguro" con los colores amarillo, azul y
rojo de la bandera venezolana es una idea popular entre las personas que hacían
fila recientemente delante de un enorme supermercado estatal en el centro de
Caracas.
"Si
hay escasez, hay que racionar para que a todos nos lleguen los productos",
dijo Yusmery Palacios, una médica de 36 años. "Es una medida que nos va a
beneficiar".
El
Gobierno no ofreció detalles sobre el funcionamiento de la tarjeta, que
comenzará a ser emitida en los próximos meses.
El
objetivo es evitar que una misma persona compre grandes cantidades de alimentos
para revenderlos después en el mercado negro o contrabandearlos a Colombia,
donde un kilo de harina venezolana es vendido hasta seis veces más caro.
"Son
sistemas para proteger toda esta inversión del contrabando", dijo Maduro
al lanzar la tarjeta a mediados de marzo, "para que, de verdad, todo esto
llegue al pueblo de manera segura y libre".
Racionar
los alimentos, responde sin embargo la oposición, demuestra el fracaso del
Gobierno por reflotar la economía de esta nación crónicamente dependiente de
las importaciones donde una
década de controles de precios y cambio vaciaron los anaqueles de los
supermercados.
La
tarjeta magnética, dicen los críticos, es la versión venezolana de la libreta
de abastecimiento de Cuba, varios de cuyos programas sociales fueron replicados por el
fallecido líder venezolano Hugo Chávez y, hoy, por su sucesor Maduro.
Pero a
diferencia de la isla de gobierno comunista, en donde la libreta es desde hace
medio siglo la única forma de acceder a productos básicos subsidiados como el
arroz o los frijoles, la
tarjeta de Maduro será de uso voluntario y sólo para comprar en la red de
supermercados del Estado.
Allí,
enormes carteles invitan a los venezolanos a registrarse para recibir la
tarjeta y prometen sorteos de casas y autos chinos. Unas 380.000 personas se
inscribieron, según el Ministerio de Alimentación.
"ERROR
CONCEPTUAL"
A pesar
del optimismo del Gobierno,
economistas advierten que la tarjeta no menguará la escasez.
Experimentos
anteriores como la instalación de códigos de barras en los automóviles no
lograron contener el masivo contrabando de combustible barato venezolano a
Colombia que es transportado escondido entre otra mercancía o, hasta a pie.
"La
tarjeta parece un error conceptual. Es no ir a la raíz del problema", dice
Gustavo Rojas, director de Polinomics, una encuestadora con oficinas en Caracas
y Washington.
"La
única forma de comer es producir o importar, y ninguna de las dos están
funcionando correctamente", agregó.
Venezuela
importa un 70 por ciento de los alimentos que
consumen sus 29 millones de habitantes. Pero la falta de dólares, los controles
de precios y una inflación anualizada cercana al 60 por ciento acentuaron la
escasez de productos.
Es
habitual ver largas filas delante de los supermercados para comprar arroz,
leche o papel higiénico. Y la escasez empieza a
golpear también a los sectores populares que constituyen la base del chavismo.
Maduro
fue elegido por escaso margen tras la muerte de Chávez en el 2013. Y una
encuesta de la firma Datanálisis mostró esta semana que su popularidad se
desplomó a un mínimo de 37 por ciento o 10 puntos menos que al inicio de una
ola de protestas en febrero.
El
Gobierno y los empresarios se sentaron recientemente a discutir cómo sacar al
país del aprieto. Pero el sector privado insiste en que no hay suficientes
divisas para normalizar las importaciones, aún después de que el gobierno
ampliara la oferta de moneda dura en marzo.
"Están
saliendo a flote todos los errores, los desaciertos y todas las mentiras que
han deteriorado la calidad de vida de nuestro pueblo pese a la insistencia de
algunos de mostrar los 'éxitos' de un modelo económico que a todas luces
fracasó", escribió en su columna el líder opositor Henrique Capriles,
derrotado el año pasado por Maduro por 1,5 puntos porcentuales.
DOS
KILOS POR PERSONA
La
introducción del sistema de racionamiento en Venezuela parece ir a contramano
incluso con la tendencia en Cuba.
Pero
Maduro está bajo presión para actuar. Un 60 por ciento de los venezolanos
compra en la red de supermercados estatales a precios subsidiados creados hace
una década por Chávez como parte de las políticas sociales financiadas con
petróleo.
Y unas
semanas atrás, anunció una nueva "ofensiva económica" que incluye
reducción de precios, mayor fiscalización y mano dura con los especuladores,
mientras en los alrededores de tiendas estatales como Mercal, Pdval y Abastos
Bicentenarios es habitual ver personas revendiendo productos al triple de su
precio original.
"Yo
paso hasta 7 horas diarias en cola para comprar lo que necesito para
trabajar", dice Gladis Núñez, una mujer de 50 años que se gana la vida
vendiendo arepas -tortas de harina de maíz- en las calles de Caracas. "Si
esto reduce la gente (en las colas) ¡Bienvenida sea la tarjeta!"
Las
autoridades ya limitan la cantidad de productos que pueden ser comprados, pero
nada impide que una misma persona haga varias compras al día.
Núñez
podrá, por ejemplo, llevarse 2 kilos de leche, 4 kilos de azúcar y 2 kilos de
arroz. La harina de maíz que necesita para fabricar sus arepas no, porque se
agotó, aunque pareciera no importarle.
"No
va a ser como en Cuba, porque aquí somos libres y tenemos de todo", dijo
la mujer.
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