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BRINDAMOS A NUESTROS LECTORES EL MAGNIFICO TRABAJO DEL
HISTORIADOR: ANGEL OMAR GARCIA GONZALEZ.
ELABORADO CON MAESTRIA SIN PAR, APLICANDO LAS EXIGENTES CONDICIONES
DE LA REDACCION CIENTIFICA, HISTORICA E HISTORIOGRAFICA. LE DEDICAREMOS UNA
LECTURA CUIDADOSA Y ATENTA EN FUNCION DE HACER ALGUNOS COMENTARIOS EN LAS
PROXIMAS EDICIONES DEL BLOG:¡BUEN PROVECHO!
versión impresa ISSN 1315-9496
Tiempo y
Espacio vol.25 no.63 Caracas jun. 2015
La historiografía Marxista Venezolana en tres
autores: Juan Bautista Fuenmayor, Carlos Irazábal y Miguel Acosta Saignes
The three authors Venezuelan Marxist
historiography: Juan Bautista Fuenmayor, Carlos Irazábal and Miguel Acosta
Saignes
Ángel Omar García González
Licenciado en Educación y Magister en Historia de
Venezuela por la Universidad de Carabobo. Profesor Agregado de la Facultad de
Ciencias de la Educación de la Universidad de Carabobo. Valencia, Venezuela.
Resumen: El propósito de
este trabajo es presentar una aproximación a las características de la
historiografía marxista venezolana. Para ello, partiremos de los indicadores
que otros historiadores han señalado como relevantes en ella, y apoyándonos en
rasgos que destacan en la obra de Juan Bautista Fuenmayor, procederemos a
compararlo con otros autores marxistas como Carlos Irazábal y Miguel Acosta
Saignes; a los fines de presentar los aportes, fortalezas y debilidades de esta
corriente historiográfica y su significación para la comprensión del proceso
histórico venezolanos.
Palabras
clave:
Historia, historiografía, democracia, marxismo, positivismo, petróleo.
Abstract: The purpose of this paper consists in approximation to characteristics of the the Venezuelan Marxist historiography. To do this, we start from the indicators that other historians have indentifi ed as relevant in it, and support us in highlighted features in the work of Juan Bautista Fuenmayor, we proceed to compare it with other Marxist authors like Carlos Irazábal and Miguel Acosta Saignes; in order to present the contributions, strengths and weaknesses of this historiographical trend and its significance in order to undertand Venezuelan historical process.
Keywords. History, historiography, democracy, Marxism, positivism, oil.
Recibido: 01/11/2014 Aprobado: 10/01/2015
Introducción
La historiografía, convencionalmente definida, alude al registro escrito de la historia, a la memoria que los hombres van dejando a través del tiempo, sobre hechos y acontecimientos de su interés. Con el pasar de los años este oficio, que tuvo a veces un carácter literario, tanto épico como romántico; alcanzó madurez científica y, de la mano del positivismo, adquirió un estatus académico que hizo de la historia un oficio profesional.
En Venezuela los primeros estudios sobre formales historiografía comenzaron en los años sesenta, de la mano del historiador Germán Carrera Damas, quien fundó la Cátedra de Historiografía Venezolana y organizó varios seminarios dedicado a estudiar la obra de destacados historiadores: José Gil Fortoul, Caracciolo Parra Pérez, Laureano Vallenilla Lanz y Mario Briceño Iragorry.
Esto formaba parte de una etapa de profesionalización de la disciplina que mostraba un auge inusitado, auspiciado por los cambios políticos que experimentaba el país. Sin embargo, durante la primera mitad del siglo XX, la producción historiográfica privilegió los enfoques construidos bajo la visión positivista, especialmente inspirados por el prestigio que había alcanzado este paradigma, por lo relevante de la obra que desarrollaron sus promotores; lo cierto es que el debate académico estuvo determinado por los aportes de esta corriente del pensamiento.
A la muerte de Juan Vicente Gómez, en 1935, el país se adentra en una convulsionada dinámica de cambios políticos, económicos, sociales y académicos que, sumados a la penetración de modernas teorías sociales y al impacto político e ideológico que mostraba la Revolución Rusa, terminaron creando las condiciones para propiciar nuevas interpretaciones del proceso histórico venezolano, que no sólo permitían una comprensión distinta, sino conclusiones radicalmente diferentes sobre nuestro pasado y presente. Así pues, estimulados por los grupos políticos de izquierda, se produjeron los primeros trabajos que, utilizando el marxismo como herramienta de análisis, describían el impacto que el petróleo estaba ocasionando en la relaciones sociales y de producción; así como los factores que explicaban el fracaso de las aspiraciones populares.
En consecuencia, el propósito de este trabajo consiste en realizar una aproximación a los aspectos que caracterizan la historiografía marxista venezolana; valorar sus aportes, fortalezas y debilidades; así como los elementos presentes en la obra de algunos de sus más connotados promotores. Para ello, acudiremos al aporte de tres destacados autores: Juan Bautista Fuenmayor y su obra 1928-1948: Veinte Años de Política; Carlos Irazábal con su trabajo Hacia la Democracia; y Miguel Acosta Saignes con su obra Latifundio. Debido a las etapas que presenta la historiografía marxista y a las características que conforman la obra de Juan Bautista Fuenmayor, se intentará una caracterización a partir de ella, para luego compararla con los aportes realizados por Saignes e Irazábal. Al final se presentarán algunas conclusiones.
Finalmente una aclaratoria resulta imperativa: el orden en que se comparan las obras aquí seleccionadas es inversamente proporcional al de su elaboración y publicación. Ello se debe a que la obra de Juan Bautista Fuenmayor había sido analizada con anterioridad en otro trabajo y, como podrá observarse, ella es la única que posee un carácter militante, lo cual la hacía más propensa al debate político ideológico. Mientras que las otras, que fueron pensadas como instrumentos de formación política de los grupos de izquierda a finales de la década de los treinta del siglo XX, terminaron siendo producciones con un rigor mucho más académico e historiográfico.
Caracterización historiográfica
La historiografía marxista venezolana, surgida en la década de los treinta del siglo XX e impulsada por los sectores que demandaban cambios en el sistema político, los cuales apuntaban a la consecución de un régimen democrático, evidenciado en: libertad sindical, derecho a huelga, partidos políticos con garantías para su libre ejercicio, libertad de prensa, combate al analfabetismo y a los monopolios petroleros transnacionales y, principal y fundamentalmente, la elección directa del Presidente de la República; constituyó un esfuerzo, novedoso en su momento, de búsqueda de explicaciones a nuestro proceso histórico que trascendiera los determinismos basados en el ambiente, la raza y ciertas condiciones sociales, que había establecido el positivismo como elementos intrínsecos de nuestra constitución efectiva (URBANEJA: 1995). Estos elementos, a decir del positivismo, incidían de forma negativa en la conducta del venezolano, al cual debía educársele hasta alcanzar los valores y formas de vida que le hicieran ser, en términos generales, obediente y sumiso; aspectos que requerían la existencia de gobiernos despóticos, de oprobiosas tiranías, como única garantía para alcanzar el orden, el respeto a las leyes, y la subordinación a la autoridad, es decir: la paz.
En este esfuerzo de búsqueda de explicaciones a nuestra realidad sociopolítica, el marxismo, en particular, y las ciencias sociales contemporáneas, en general, se convirtieron en las herramientas que fundamentaban todo el andamiaje teórico de los análisis y argumentaciones que se esbozaban. En este contexto, el primer ensayo de historiografía marxista que analiza nuestro pasado histórico en busca de respuestas al presente y como mecanismo de legitimación de los ideales que promovían los sectores de izquierda, fue el llamado Plan de Barranquilla (CABALLERO: 2007: 45).
Su trascendencia historiográfica puede ser ubicada en dos direcciones: en el contexto en el cual es enmarcada la situación venezolana, haciéndola parte de una realidad continental influida por la penetración capitalista extranjera (en fase imperialista) y sus efectos, que sostiene y ampara a Gómez en Venezuela, como lo hace con otros gobiernos despóticos en el continente; así como, en los proyectos incumplidos desde la independencia que dejaron a las grandes mayorías, excluidas y explotadas. La conclusión a la que arriban sus redactores parecía obvia: Caudillo y latifundismo han sido, en lo interior, los dos términos de nuestra ecuación económica y social (SUAREZ: 1976: TOMO I: 102).
La situación descrita le planteaba a los redactores del Plan retos de difícil solución: ¿Cómo enfrentar un régimen que contaba con un aparato represor poderosísimo, con un control absoluto de la sociedad en sus diversas instancias y con la indiferencia de la comunidad internacional sometida, en parte, a situaciones similares por los dictadores del momento, o complacida con el régimen por las ventajas que para la explotación petrolera éste le otorgaba? A lo cual habría que agregar la inexperiencia política y militar de unos jóvenes que sólo tenían como referentes ideológicos las transformaciones ocurridas en la Unión Soviética, situación que podría llevarlos a idealizar las soluciones que demandaba el momento histórico.
Quizás por esto, resulta interesante llamar la atención sobre un aspecto que destaca del Plan, y es que sus redactores no pretendieron quedarse solo en la descripción de los procesos históricos, sino que planteaban un programa de acción que procuraba superarlos. Sin embargo, como lo ha destacado Manuel Caballero, hay allí una debilidad: el programa resulta reformista, y más aún, diremos nosotros, conservador, si se le compara con el tono y lenguaje empleado en el diagnóstico. La palabra Plan sugiere no solo el inventario de las tareas que debían realizarse, sino también, las formas de lograrlas. Sin embargo, no existe en el análisis ninguna mención a las formas cómo pueda crearse una situación insurreccional que permita conquistar las transformaciones a las que se hace referencia. Así pues, la frase:
Gómez será arrollado por el primer imitador de Madero o Urquiza que transporte a Venezuela en ésta o en aquella forma, rifles y cartuchos. Ya las masas venezolanas están armadas de la resolución vehemente de armarse
(IBID: 99); luce como una expresión anodina, o peor aún inocua. Pareciera que sus redactores esperaban una agudización espontánea de las contradicciones que les permitiera arribar a ese escenario. Salta así a la palestra un elemento que perseguirá, constantemente, a los sectores de izquierda (los marxistas): el acceso al Poder político y las formas de alcanzarlo. Manuel Caballero lo ha descrito de la siguiente forma:
Hay como hemos dicho, las alusiones repetidas a una revolución futura y a la promesa de fundar un partido político en el interior del país, una vez que esa revolución triunfante haya permitido el regreso. Pero no hay ninguna indicación de qué cosa se habrá de hacer en lo inmediato o incluso en un plazo mediano o largo, para apresurar esos acontecimientos políticos. (CABALLERO: 2007: 50). (Cursivas nuestras).
Este primer esfuerzo de análisis e interpretación de nuestra realidad histórica, política y social, encontró más tarde, a partir del año 1937, continuidad en el esfuerzo que emprendieron otros jóvenes impregnados del espíritu revolucionario de la época, seducidos por las teorías que aupaban la transformación radical del orden establecido, y en procura de dotarse de un programa ideológico que fuera expresión de sus aspiraciones y proyectos. Surge así, en 1937, Latifundio, escrito por Miguel Acosta Saignes (1908-1989) y publicado bajo el seudónimo de José Fabbiani Ruiz1y, en 1939, en México, es publicado Hacia la Democracia, de Carlos Irazábal (1907-1991)
Ambos trabajos, junto al documento redactado, en 1931, por el Comité Central Provisional del Partido Comunista de Venezuela, Sección de la Internacional Comunista, titulado: La Lucha por el Pan y por la Tierra, hacen parte del esfuerzo iniciado durante estos años, por quienes se adscribieron al marxismo como instrumento de análisis y compartían sus predicciones sobre el fututo de la sociedad; por apropiarse de una herramienta teórica que les permitiera una comprensión más acertada de nuestro proceso sociohistórico, al tiempo que constituyera un arma ideológica para oponerla a los determinismos esbozados por el positivismo. Así pues, siguiendo la perspectiva de un historiador, la historiografía marxista venezolana puede ser dividida, atendiendo a su devenir, en tres momentos: el nacimiento, el fraguado y el desarrollo (CARRERA DAMAS: 1967: 105-107).
La primera etapa estaría comprendida entre los años 1937 y 1939, y caracterizada por el intento de construir una visión general del proceso histórico venezolano que contribuyera a sustentar ideológicamente las luchas que se emprenderían. Los análisis realizados tenían como característica una visión de totalidad que procuraban establecer relaciones de causa-efecto entre el modelo económico-social, la situación política y la influencia-dependencia internacional. Estos primeros trabajos estuvieron condicionados por el ímpetu de la juventud y la convicción de que un cambio revolucionario, semejante al octubre ruso, podía alcanzarse en el corto plazo. Interesa destacar que no se trataba solo de elucubraciones teóricas, de apreciaciones abstractas, de interpretaciones distantes de la realidad venezolana. Quienes escriben no sólo fundamentan sus aseveraciones en el dato, sino que, han sido testigos desde las cárceles y la clandestinidad, de la miseria y el despotismo que aflige al pueblo venezolano. Desde esta perspectiva, el más influyente de estos trabajos ha sido El Plan de Barranquilla, pero desde el punto de vista teórico y académico, quizás lo sea Latifundio. Por esta razón, compartimos la aseveración según la cual en la obra de Miguel Acosta Saignes se aprecia una visión crítica y el análisis cuidadoso de las fuentes procedentes de fondos documentales no explorados hasta entonces, sin el afán común de ajustar el discurso a presupuestos ideológicos (GONZÁLEZ DELUCA: 2007: 56).
Una segunda etapa, que Carrera Damas denomina de fraguado, estaría comprendida entre los años 1940 y 1950, en la cual la producción historiográfica fue alimentada por los aportes de ciencias auxiliares como la Sociología, la Antropología y la Economía Política. En general, es una etapa en la que se elaboran pequeños ensayos difundidos en artículos de prensa y folletos, cuyo propósito fundamental era contribuir al debate ideológico. Ella coincide con el inicio de los estudios de Historia en el país, aspecto que tendrá gran relevancia de cara al desarrollo de la tercera etapa de la historiografía marxista. Recordemos que en este período se forman y comienzan a desarrollar su actividad profesional algunos de los más destacados historiadores venezolanos, que se adscribieron al marxismo o lo utilizaron como herramienta para el análisis historiográfico, entre ellos: Miguel Acosta Saignes, Federico Brito Figueroa, Germán Carrera Damas. También pueden ser incluidos en este grupo historiadores no profesionales como Carlos Irazábal, quien se doctoró en Ciencias Políticas y es el autor del trabajo citado anteriormente. La producción historiográfica correspondiente a este período no estuvo exenta del debate internacional respecto al papel que debían jugar los movimientos y partidos revolucionarios en función de la lucha contra el nazi-fascismo y sus alianzas con el capitalismo mundial, elementos que tendrían gran significación en el uso de categorías conceptuales no aplicables totalmente a la realidad venezolana2. Es quizás, durante el transcurso de estos debates que sea más explícita la utilización del discurso histórico como una herramienta apologética que procuraba imponer la visión de uno de los bandos en disputa tanto en los niveles intrapartido como entrepartidos.
La tercera etapa se inicia hacia el año 1950, aproximadamente, y estaba caracterizada, a decir de Carrera Damas, por dos elementos fundamentales: la existencia de historiadores profesionales, y la acumulación de experiencias y resultados logrados en las etapas precedentes. Se trata de la producción y aportes sustentada en los logros y experiencias acumulados por la historiografía marxista durante estos años. Sin duda, pueden hallarse en la producción de estos años, una historiografía más profesional, que toma en cuenta los debates académicos que van teniendo lugar respecto al avance de la ciencia histórica y, mostrando con ello, una madurez intelectual y profesional no exenta de debate y de crítica. En resumen, Carrera Damas señala tres elementos que sintetizan las etapas descritas: a) se trata de una historiografía que nace con un propósito militante; b) se trata de una historiografía joven que cuenta con resultados científicos considerables y, c) se trata de una historiografía que ha alcanzado un grado de madurez suficiente para afrontar los desafíos del campo profesional. De lo señalado anteriormente, nos interesa destacar la primera, por constituir un elemento presente en el aporte historiográfico de Juan Bautista Fuenmayor en su trabajo 1928-1948, Veinte años de Política.
Sobre la obra de Juan Bautista Fuenmayor
Juan Bautista Fuenmayor (1905-1998), fue un destacado dirigente del Partido Comunista de Venezuela, integrante de la llamada Generación del 28, que se tituló de abogado en 1960 en la Universidad Central de Venezuela luego de haber retomado los estudios suspendidos a consecuencias de la prisión sufrida durante el régimen gomecista, y de su incorporación a la lucha y militancia política, sobre todo, a partir de 1936. Más tarde, en 1963, se doctoró en Derecho con el trabajo titulado Teoría del Estado y el Derecho; también fue profesor universitario, diplomático, escritor e historiador; dejó una vasta obra dedicada al estudio y análisis de nuestra historia política, entre sus trabajos destacan: Historia de la Venezuela Política Contemporánea (1899- 1969), publicada en 20 tomos, en la cual se encuentra una detallada narración de sucesos trascendentales de nuestro siglo XX; Principios de Economía Política, especie de manual que introduce al lector en aspectos básicos que rigen la relación entre economía y política, siempre desde la óptica marxista, y que busca explicar los modos de producción, las relaciones entre capital y trabajo, el comercio, los salarios; sin dejar fuera el inventario de autores y concepciones teóricas distintas; 1928-1948: Veinte Años de Política, obra de dimensiones modestas, en la que el autor analiza el tiempo que transcurre desde los años finales del gomecismo hasta el derrocamiento de Rómulo Gallegos, período éste que abarca la primera y segunda etapa de formación y evolución de la historiografía marxista venezolana, señaladas por Germán Carrera Damas.
A efectos de lo señalado, es bueno destacar que Juan Bautista Fuenmayor, quien fue galardonado en 1991 con el Premio Nacional de Historia, no fue un historiador profesional, alguien que haya recibido una formación que le permitiera adquirir habilidades y destrezas necesarias para iniciarse en la difícil y compleja tarea de escribir sobre el pasado. Su producción historiográfica no fue el resultado de la aplicación de los métodos propios de la ciencia histórica. Fuenmayor fue un historiador de oficio, que utilizando su experiencia en el terreno de la militancia y la lucha política, logró ofrecer una visión de un período de la historia reciente no exento de polémicas y contradicciones. Su obra presenta dos características básicas: Primero, contiene alguno de los aspectos teóricos que los investigadores han destacado como necesarios para el estudio de la historia política, pues busca explicaciones en el pasado de aspectos relacionados con:
[La] ... adquisición, conservación, expansión, objetivación, uso y distribución del poder en las sociedades, incluyendo en este orden de ideas, tanto los conocimientos acerca de la lucha por el poder y su ejercicio en dichas sociedades, como acerca de la reflexión de los hombres sobre el tema (ELENA PLAZA: 2000: 69).
Su obra pretende establecer relaciones de causa-efecto en relación a nuestro proceso socio-histórico que son explicadas, siguiendo la concepción marxista de la historia, a través de las relaciones de producción; de la explotación del campesinado y la clase obrera; del saqueo que perpetran las compañías petroleras transnacionales con nuestro petróleo; de las condiciones de explotación y miseria a que fueron sometidos los trabajadores petroleros; de la alianza, en situación de dependencia, entre la burguesía criolla y el capital transnacional y, de las luchas que sostuvieron los diversos grupos que se disputaban las banderas de la izquierda en general, y el comunismo en particular. Son estos elementos, principalmente, los que Fuenmayor toma en consideración para establecer relaciones explicativas que le permitan hilvanar ideas y establecer relaciones de causalidad en procura de una comprensión de nuestro devenir histórico y del entramado de relaciones, de distinta índole, que promueven y sostienen la lucha por el Poder político.
El segundo aspecto que está presente en la obra de Fuenmayor es su carácter testimonial. Él es un actor de los procesos que se narran. Unas veces en la vanguardia, otras en la retaguardia; es su mirada protagónica la que nos conduce a través de los acontecimientos históricos que se describen. Fuenmayor escribe con pasión. Es polémico. Parece tener presente, de forma recurrente, el deseo de ajustar cuentas, de saldar viejas rencillas, de demostrar que la historia le daba la razón en los debates que sostuvo y en los que alertaba sobre errores y equivocaciones en las decisiones adoptadas. Fuenmayor fue un actor político, con lo cual se quiere precisar que la historia por él contada es una historia profundamente parcializada, como la ve y la entiende Fuenmayor y parte del sector político en el que militó. Esto, por lo demás, no le resta méritos a su obra, todo trabajo intelectual tiene un sesgo de subjetividad. También describe la posición de los comunistas respecto al proyecto de país que los diversos actores políticos bosquejaron a partir de la muerte de Juan Vicente Gómez, un debate impregnado de pasión y confrontaciones ideológicas como consecuencia de la decantación que van experimentando los sectores de izquierda. Fuenmayor busca, no sólo explicar el proceso político venezolano, sino saldar cuentas con los adversarios, tanto los que terminaron conformando el sector socialdemócrata y fundando Acción Democrática, principalmente Rómulo Betancourt, como los que dentro de la militancia comunista se disputaban el control del partido, fundamentalmente, la tendencia liderizada por Gustavo Machado.
El carácter militante del texto, que busca constituirse en herramienta para la comprensión de la historia reciente del país, queda claramente expresado en los propósitos que el autor señala en la presentación:
Este libro se propone recoger las experiencias de las luchas políticas venezolanas realizadas desde 1928 hasta 1948 fecha del derrocamiento de Rómulo Gallegos Las nuevas generaciones no vivieron el pasado inmediato, causa y razón del agitado presente; y, en lugar de una versión exacta de los hechos de esa época, han recibido interpretaciones reñidas muchas veces con la verdad histórica (FUENMAYOR: 1979: 7).
No se trataba de escribir un libro más sobre la historia reciente del país, sino de producir una historiografía orientadora capaz de desmentir las patrañas que, a su juicio, se habían tejido sobre acontecimientos de reciente monta. El planteamiento de los Annales pareciera estar presente en el propósito de Fuenmayor: buscar explicaciones en el pasado para comprender el presente. Así, el autor anunciaba el carácter historiográfico del texto, pues se proponía narrar el acontecer político de la nación, destacando el saldo positivo de las luchas de los marxistas en ese período; asignándole a la obra un carácter esclarecedor que pretende mostrar una versión exacta de los hechos de esa época.
Por otra parte, la temporalidad del texto contribuye a que Fuenmayor describa, desde su vivencia, los aspectos políticos, económicos, sociales y constitucionales; que caracterizaron los debates respecto al tipo de sociedad que se aspiraba construir. La definición de un proyecto nacional que fuera expresión de las necesidades y anhelos de los actores políticos que estaban insurgiendo en el escenario nacional y que estuviera adaptado a la nueva realidad socioeconómica del país; constituía el eje medular de los debates sostenidos por los grupos de izquierda a partir de 1936. Esta etapa es la del inicio del debate socialista, caracterizada por una sociedad en la que la economía ha sido transformada por la explotación petrolera y el Estado comenzaba a adquirir las características de un Estado rentista y, por consiguiente, el artífice fundamental del proceso de modernización de la sociedad venezolana (ARTURO SOSA: 1983: Nº 12: TOMO: 6: 15). Al reconstruir esta etapa, Fuenmayor presentaba los argumentos marxistas del pasado conjugándolos con los del presente.
Una comparación con otros autores marxistas
Como ya señalamos, una de las características de la obra de Juan Bautista Fuenmayor es su carácter testimonial. Su obra es la narración de sus vivencias, experiencias, expectativas, deseos, anhelos, esperanzas; que se van expresando en las luchas por la conquista de las libertades públicas y por lograr establecer un sistema político democrático capaz de brindar la mayor suma de felicidad y de estabilidad posible. Su esfuerzo por establecer relaciones explicativas entre los diversos factores que incidían sobre el acontecer político, económico y social de la nación, va siempre de la mano de esas vivencias y experiencias. Este dato resulta de gran significación en la comparación con otros autores marxistas, así como, en el análisis de las etapas por las que atraviesa la historiografía marxista venezolana.
A diferencia de Fuenmayor, la obra de Carlos Irazábal (1907-1991), Hacia la Democracia, representa una visión del proceso histórico venezolano que se distancia de la dimensión personal. En ella, el presente es el resultado del triunfo de los sectores oligárquicos y de la burguesía, que lograron imponer sus proyectos por encima de las aspiraciones de las clases oprimidas. Irazábal nos presenta una visión dialéctica en la cual, a pesar del rol protagónico que en diversos momentos jugaron los sectores desposeídos, nunca alcanzaron imponer sus proyectos. De allí que, en el marco de una explicación materialista de la historia, presente el proceso histórico venezolano como el resultado de la lucha librada por los sectores populares para alcanzar la transformación del modelo económico. Lo medular de las revoluciones [sentenció] es su contenido económico. Cuando no se producen transformaciones económicas radicales no se puede hablar con propiedad de revolución (CARLOS IRAZÁBAL: 1974: 25).
La revolución a la que hace referencia Irazábal es la que conduzca al establecimiento del un régimen democrático como respuesta al personalismo despótico representado en la dictadura gomecista y el andinismo. El largo camino hacia la democracia sería un proceso que comenzó en la época colonial y que, atravesando por diversas contingencias: la gesta independentista, la guerra federal; desembocó en una dictadura oprobiosa que para lograr respaldo de otros gobiernos, le abrió las puertas al capitalismo transnacional y le entregó nuestras riquezas en condiciones desfavorables para la república. Así pues, la conclusión a la cual arriba Irazábal es categórica:
La administración de Juan Vicente Gómez marca el vértice del proceso del despotismo semi-feudal petrolero de Venezuela, auspiciado por las intocadas relaciones de producción y de cambio, cuyos rasgos más negativos se acentuaron por el gran acaparamiento de la tierra que se operó y por la penetración del imperialismo petrolero que, como hemos visto, arranca precisamente de esa época (Ibid: 261).
Otra diferencia con la obra de Fuenmayor, es que Hacia la Democracia pretende ser una obra que busca la comprensión total del devenir histórico venezolano. No está presente en su autor el deseo de polemizar con sus compañeros de lucha, ni de adversarlos por razones personales o de militancia política. Esto queda claramente demostrado en la recurrencia permanente que realiza el autor a las fuentes del marxismo para hilvanar sus ideas y apoyar sus afirmaciones. El manejo de conceptos y categorías resulta mucho más estricto y apegado a la teoría marxista, que en la obra de Fuenmayor.
También debe señalarse una diferencia sustancial: el uso que hace de las fuentes. El dato es un referente permanente, bien sea a través de estadísticas o de bibliografía calificada para sustentar las afirmaciones que realiza, con lo cual le otorgó al trabajo un carácter mucho más académico y profesional.
La relevancia de la obra de Irazábal quedó plasmada en el juicio que hizo el historiador Germán Carrera Damas y que el autor recogió en el prólogo de la tercera edición:
La historiografía marxista venezolana aparece, como producto defi nido, con la obra ya mencionada de Carlos Irazábal, Hacia la democracia, esa obra ha tenido gran repercusión en los estudios históricos venezolanos, pero no por su aportación original en cuanto al estudio de los fondos documentales y archivos (nada contribuye en ese sentido) ni por la maestría en el manejo de las categorías del materialismo histórico (es más bien principista y mecanicista). Su repercusión se ha debido a que representa, y de allí su gran valor historiográfico, el surgimiento de una nueva concepción de la historia aplicada a Venezuela (Ibid: 10) [cursivas nuestras].
Así pues, la obra de Carlos Irazábal representa una visión más acabada, de mayor amplitud, en la consideración de variables explicativas que, desde su perspectiva, hayan influido para determinar el curso de los procesos históricos y las derrotas del movimiento popular. La forma original de construir una visión de la historia de Venezuela, constituyó un aporte de gran valor en la producción de una historiografía marxista que buscaba superar los moldes establecidos por la visión positivista de la historia.
Otra obra de grandes méritos en la contribución realizada por la historiografía marxista fue el trabajo de Miguel Acosta Saignes (1908-1989) titulado, Latifundio; obra escrita en la clandestinidad, durante el año 1937, en la cual el autor aborda en profundidad el problema de la tenencia de la tierra en Venezuela, sin dejar de establecer comparaciones con otros países. Esto le permitió comprender que el latifundio existiría, en tanto no se produjera una revolución que alterara la propiedad de los medios de producción, otorgándole a los desposeídos condiciones favorables para superar la situación de dependencia a la cual habían estado sometidos.
En primer lugar, el trabajo realiza un inventario de las opiniones que habían manifestado destacados intelectuales, de diversas concepciones ideológicas, en referencia a la problemática de la tenencia de la tierra, presentando así una realidad no sólo venezolana, sino latinoamericana y europea. El autor procuraba situar el objeto de su interés, no sólo en una crítica al gomecismo, sino en la denuncia del capitalismo como modelo propiciador de la desigualdad e injusticia que describía. En segundo lugar, Acosta Saignes se apoyaba en la utilización de fuentes de diversa índole: estadísticas, hemerografía, libros, testimonios; elementos que le otorgaban al texto un carácter singular y lo revestían de un valor académico e intelectual de gran significación. De allí nuestra afirmación anterior: esta obra presenta un mayor prestigio, en estos ámbitos, que el Plan de Barranquilla, pues trasciende la mera denuncia para ser un verdadero estudio sobre los alcances y dimensiones del latifundio venezolano y los medios para superarlos.
En tercer lugar, el autor describe, las diversas formas que adopta la explotación de la mano de obra campesina, así como los subterfugios legales utilizados por los latifundistas para perpetuar sus privilegios. En este sentido, la obra posee el mérito de ser la primera que muestra en detalles las diversas formas de explotación de la mano de obra campesina: medianeros, aparceros, pisatarios, conuqueros; constituyendo una denuncia que ponía al descubierto el fracaso de las promesas realizadas a las clases populares desde la época de la independencia. En este sentido, la afirmación de Acosta Saignes es contundente: Desde el despotismo político, hasta la miseria económica, nacen del régimen de la tierra, y en Venezuela, mientras exista el latifundismo en su estado actual no será posible el funcionamiento de la Democracia (ACOSTA SAIGNES: 2010: 25). Porque lo que estaba en el fondo de las causas que sustentaban el latifundio, era un modelo económico y social que negaba toda posibilidad de superación al campesino en aspectos como: educación, salud, acceso al agua, derechos laborales, entre otros. De allí las banderas que levantaron los grupos de izquierda durante estos años, estaban orientadas a la conquista de derechos, no sólo políticos, sino sociales y económicos.
En cuarto lugar, Acosta Saignes no pretendía hacer un trabajo apologético, distanciándose de la realidad que le indicaban las fuentes para construir una visión acorde a sus ideales políticos. Por el contrario, la revisión profunda de los datos que disponía para la época, lo llevaron a comprender que la superación del estado de atraso en el que se encontraba el campo venezolano, requería un proceso de modernización y tecnificación necesarios para afrontar con éxito el reto de la productividad y la competitividad requeridas para satisfacer la demanda interna y concurrir en situaciones favorables al mercado internacional; en este sentido, realizaba la siguiente afirmación:
El progreso económico del país no puede lograrse mientras perduren las relaciones de producción semifeudales que el latifundio mantiene vivas en el campo. Es el progreso de la industria en el país lo que significará un avance económico; las formas de producción y de relación de trabajo semifeudales deben ser superadas por otras de forma capitalista. Pero masas campesinas desposeídas, técnicas agrícolas rudimentarias, que mantienen escasa producción y grandes extensiones de tierra improductivas; capitales pertenecientes a los latifundistas estancados en los bancos del país y del extranjero; significan el descenso de la economía nacional y su invalidez ante el avance de capitales extranjeros en busca de terrenos propicios (Ibid: 144). Subrayado nuestro.
Esta obra de Miguel Acosta Saignes constituyó un aporte de gran significación para la comprensión del problema de la tenencia de la tierra en Venezuela y abrió el camino a posteriores investigaciones sobre el problema agrario en el país, algunas desarrolladas por investigadores marxistas, por ejemplo, el trabajo de Federico Brito Figueroa titulado: El problema tierras y esclavos en la Historia de Venezuela, obra de dimensiones medianas, muy bien documentada y realizada con la rigurosidad del historiador profesional, que engrosa la lista de textos aportados por la historiografía marxista para la comprensión de la Historia de Venezuela.
Conclusiones
La historiografía venezolana posterior a la independencia ha transitado un largo camino que va desde la producción testimonial hasta profesional. Esa historiografía se remonta al siglo XIX, cuando se dio inicio a versiones románticas que presentaban una narración de la historia de Venezuela que hacía apología del héroe y justificaba la gesta emancipadora. (VER LUCIA RAYNERO: 2007). Durante el último tercio del siglo XIX y la primera mitad del XX, la producción historiográfica estuvo influida por el aporte de historiadores que se adscribieron al paradigma positivista como herramienta de análisis. Su infl uencia no solo fue relevante por los aportes que realizaron a la comprensión científica de la historia venezolana; sino polémica, pues algunos de sus postulados contribuyeron a justificar la existencia del gomecismo como un mal necesario. Autores como: José Gil Fortoul, Cesar Zumeta y Laureano Vallenilla Lanz, estuvieron a la vanguardia de un proceso de producción historiográfica al cual, luego, se sumaron escritores que, distanciándose de dichas posturas, forjaron una historiografía cargada de erudición y criticidad; entre estos últimos destacan: Mario Briceño Iragorry, Mariano Picón Salas y Augusto Mijares (Ver GONZÁLEZ DELUCA: 2007). Ambas tendencias marcaron la pauta del debate historiográfico, tanto por la relevancia de sus obras, como por la actuación política de sus autores.
Como lo ha señalado la historiadora María Elena González Deluca, la insurgencia de la Generación del 28, signifi có el inicio de una etapa, en la cual, con el tiempo, las ideas políticas decimonónicas fueron perdiendo vigencia, frente al avance de nuevas ideologías que auspiciaban la existencia de partidos políticos, la intervención del Estado como ordenador fundamental de la actividad económica, así como la participación de los ciudadanos en la elección directa del Presidente de la República, entre otros aspectos (Cf, Ibid: 31). Es en este contexto que comienza a surgir una historiografía que, asumiendo el marxismo como herramienta para la exégesis histórica, presenta una visión del proceso histórico venezolano distinta de los postulados anteriormente imperantes. Ésta tuvo, como se ha señalado, un propósito político y otro ideológico. El político estaba representado en el carácter militante promovido por dicha historiografía, pues ella sirvió para justificar, defender y promover las demandas políticas exigidas por los sectores de izquierda a la muerte a Juan Vicente Gómez. Esta historiografía representaba la justificación científica, que las demandas presentadas respondían a un origen real y legítimo, y no a meras especulaciones, a exageraciones de grupos fanatizados por ideas exóticas. El propósito ideológico lo constituía el hecho de reafirmar la lucha contra el capitalismo, en fase imperialista, así como, contra toda forma de opresión; pues, era claro, a la luz de esas interpretaciones, que el atraso político, económico y social de la nación, estaba asociado a la existencia de una desigual posesión de los medios de producción auspiciada por un capitalismo explotador.
La producción historiográfica marxista presenta ciertas diferencias según sea el autor que se estudie. Así por ejemplo, en la obra de Fuenmayor se entremezclan la vivencia personal y el acontecer político de la nación. La suya es una historia testimonial, lo cual no quiere decir, falsa o caprichosa. Él no presenta una historia adulterada, que satisfaga sus propios intereses personales o políticos; por el contrario, con las herramientas aportadas por el marxismo, esgrime los argumentos que le permiten rebatir a sus adversarios. Porque, en definitiva, el carácter testimonial de la obra, también alude al hecho, que la historia por él contada, es la verdadera. Desde su perspectiva, las otras representan falsificaciones, versiones interesadas que buscaban justificar hechos políticos de gran trascendencia en el acontecer reciente de la nación. Visto así, la obra de Fuenmayor, 1928-1948: Veinte Años de Política, constituye la respuesta historiográfica, a la versión que, sobre un período similar, ofreció Rómulo Betancourt en Venezuela, política y petróleo. Esto puede apreciarse claramente, la polémica que sostiene, a lo largo del texto, con el fundador de Acción Democrática respondía, no sólo al espíritu revanchista que podía albergar el ánimo del dirigente comunista, sino al propio carácter esclarecedor que le asignó a su obra. A fin de cuentas, es bueno recordar que Fuenmayor hizo parte de un grupo que, al enfrentar la tiranía gomecista, se autocalificó de Generación, lo cual aludía en el fondo, quizás sin saberlo, al deseo de trascendencia, de marcar una impronta en el acontecer nacional. Visto así, su obra hace parte de la contribución que los marxistas realizaban al forjamiento de una conciencia política necesaria para alcanzar los ideales impulsados por los sectores comunistas.
Las obras de Miguel Acosta Saignes y Carlos Irazábal, se inscriben en la etapa de fraguado que caracteriza la producción historiográfica marxista. Sus trabajos representan una etapa de maduración, de reflexión intelectual, que procura superar las apreciaciones iniciales, cargadas de pasión juvenil e inexperiencia política, que los impulsó a pensar que la derrota del gomecismo podía alcanzarse sólo con el esfuerzo voluntarioso de las masas. Los trabajos registrados durante esta etapa, evidencian un manejo sustancial de la teoría política y un conocimiento palpable de la realidad venezolana; bien porque se ha revisado la bibliografía especializada, o porque se ha constatado, in situ, las penalidades y miserias de la población; en todo caso, estos escritos demostraban la maduración política e intelectual que estaba alcanzado esta historiografía.
En ambas casos, el manejo de fuentes diversas permitió afianzar un discurso que trascendía el propósito ideologizante, otorgándole a los textos carácter científico y académico. En el caso de Latifundio, la obra posee el mérito de ser el primer estudio profundo que abordaba el problema de la desigual posesión de tierras en el país. No solo es magistral por las relaciones explicativas que va estableciendo, las cuales son reflejo de una realidad descrita con detalles a lo largo del texto, basada en datos suministrados por los propios interesados; sino que, como el mismo autor lo señala en la introducción, abre el camino para nuevos abordajes, pues cada capítulo viene a ser un libro en potencia.
Un dato interesante en el planteamiento de Acosta Saignes, es que pareciera estar presente, por momentos, una mentalidad fisiócrata, pues, no solo considera que la explotación petrolera impactó las relaciones laborares en el campo en forma negativa, desplazando una parte importante de mano de obra a los campos petroleros; sino que sostenía que la verdadera productividad del país se encontraba en el campo, por eso abogaba por un proceso de tecnificación que superara el trabajo artesanal y le permitiera al trabajador alcanzar condiciones laborales que lo sacaran de la situación de semiesclavitud a la cual aún continuaba sometido. La irrupción de la explotación petrolera, en las condiciones en las que ocurrió, sólo habría potenciado nuestra condición de país semicolonial sometido al tutelaje extranjero.
En cuanto a la obra de Carlos Irazábal posee el mérito de ser el primer ensayo estructural de interpretación marxista de la historia venezolana, queriendo significar que se buscaba comprender la totalidad del proceso histórico: desde la colonia hasta el presente del autor. Su interpretación no sólo fue novedosa, amén de muy bien documentada; sino que describe con agudeza los efectos que sobre las relaciones económicas, sociales, laborales y políticas, produjo la explotación petrolera. El propio autor confiesa que lo que comenzó como una sucinta tesis política, se transformó en un ensayo de interpretación de la realidad venezolana, que le ha merecido elogios tan destacados como el referido anteriormente.
En definitiva, de lo dicho hasta aquí se puede concluir, que en la actualidad la historiografía marxista venezolana se encuentra en una etapa de receso, quizás marcada por la crisis de los paradigmas que afectó a las ciencias sociales en general; quizás por el colapso del modelo soviético a finales del siglo XX; quizás por la apabullante influencia que, hasta la primera década del siglo XXI, tuvieron la democracia liberal y la economía de mercado; quizás por la dictadura académica existente en muchas de nuestras universidades, que cuestiona y desprecia los enfoques interpretativos que no respondan a la lógica del capital; lo cierto es que no se aprecian esfuerzos académicos que procuren presentar visiones del procesos histórico venezolano que tengan como sustento un enfoque marxista de la historia y, en consecuencias, que se propongan continuar, ampliar y profundizar, el esfuerzo iniciado, entre otros, por los autores aquí estudiados. Un reto que debemos continuar en un futuro cercano.
Notas
1 El propio Acosta Saignes aclara las circunstancias que rodearon la primera publicación de Latifundio bajo un seudónimo, un dato importante pues se trataba de un personaje real de la época. Un día me acompañó José Fabbiani Ruiz, viejo amigo mio, a visitar a Juan de Guruceaga en la Tipografía Vargas. Llevábamos los originales de Latifundio y Bs 500, facilitados por un opositor, no clandestino, del gobierno de López Contreras. Juan de Guruceaga, extraordinario mecenas de los movimientos progresistas de 1936 y 1937, cuya biografía está por escribirse, me señaló que con gran contento publicaría cuanto le lleváramos, pero que como yo salía expulsado políticamente, corría el peligro de que, al aparecer un volumen con mi nombre, le clausuraran la Tipografía. Pregunté a José Fabbiani Ruiz, quien había sido viejo luchador durante la época Gómez y había actuado muy progresivamente en 1936 y 1937, si estaba dispuesto a dar su firma como autor. La respuesta fue afirmativa. Así dejamos una copia del libro a Guruceaga (ACOSTA SAIGNES: 2010:8-9). (Cursivas nuestras).
2 Un ejemplo de ello es la utilización de la categoría semi-feudal para caracterizar la existencia del latifundio venezolano en el siglo XIX. Ver Carrea Damas, Op, Cit. Otro ámbito que estuvo bajo los efectos del debate internacional, influido los postulados del browderismo fue el político partidista, que confrontaba las posiciones de los sectores comunistas respecto del respaldo a las políticas de apertura democrática adelantadas por el presidente Isaías Medina Angarita, y quienes se oponían a ellas por considerarlas una claudicación a los principios del marxismo y, por tanto, la renuncia a una concepción revolucionaria.
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FUENTE:http://www.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1315-94962015000100009
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