Reliquias—
Victor Gruber
--(CARTAS AL EDITOR—EUD—16—06—2001)--
De arcaica data nos viene el asombro ante la muerte, los ceremoniales de enterramiento, el culto a los muertos, y a sus sublimes despojos. Ello vale para un ser común y corriente, pero se agranda para un hombre o mujer distinguidos, y se magnifica para un santo, santa, héroe o heroína.
Se cuenta que en la Europa del Medioevo circularon miles de partes corporales y reliquias, de gente famosa; eran (y aún son) objeto de cuido, culto y veneración; unos por sus ejemplares y santas vidas; otros por razones más terrenales.
La cabeza de Oliver Cromwell (1599-1658), fue separada de su cuerpo, al ser profanada su tumba durante unos disturbios, y encontrada dos siglos más tarde en un piso londinense, como medio de pagar la renta: se cobraba por verla.
El miembro viril del 'monje loco' Rasputín, según cierta crónica, aún circula insepulto por este mundo cruel.
Las anteriores referencias necrofílicas vienen al caso por la petición hecha al gobierno de Ecuador, por el gobernador del Estado Sucre, solicitando 'un grano de las cenizas' del Gran Mariscal de Ayacucho, con el objeto de hacerlas sujeto de culto y veneración en su tierra natal.
Esta propuesta implica la virtual profanación del sepulcro y la separación de una muestra 'alícuota' de sus restos mortales. El dogmático y paroxístico culto a los héroes bolivarianos, parece haber ganado la batalla en una mente de formación médico-científica, y de añejas lecturas marxista-leninistas, donde el materialismo filosófico, dialéctico e histórico, era lo predominante.
¿Volvemos a la Edad Media, en pleno Siglo XXI?
VICTOR GRUBER
gruberv@cantv.net
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