Celebrar la Independencia
Rafael Díaz Casanova
Sábado, 10 de julio de 2010
--(En: http://www.analitica.com/va/politica/opinion/2080962.asp)--
Entre las fechas patrias de cualquier país, la conmemoración y celebración de la Independencia Nacional es un evento medular. Conmemorar y celebrar son dos cosas que pueden tener relación, más no significan lo mismo.
Desde que tenemos uso de razón, y de ello han transcurrido muchos lustros, el 5 de julio de cada año, SIEMPRE se ha conmemorado con eventos íntimamente vinculados a la gesta emancipadora.
Desfile de las fuerzas armadas, exposición del Acta que reposa en el Salón Elíptico del Capitolio, tedeum en la Santa Iglesia Metropolitana con presencia de todas las altas autoridades civiles, eclesiásticas y militares de la nación y del cuerpo diplomático debidamente acreditado. Todos vestidos con trajes de gala para connotar el contento general por la singularidad del país. Visita al Panteón Nacional para colocar ofrenda floral ante el sarcófago sagrado que contiene los restos del Padre de la Patria. Sesión solemne del Congreso Nacional para escuchar las palabras de algún hombre o mujer distinguido, del pensar nacional.
Resulta que este año, tal como también sucedió el 19 de abril. Se cambiaron las costumbres y se dieron pasos que tienen que indignar a todos los venezolanos que aprecien al país.
Lejos de celebrar la emancipación de Venezuela de los dictados de la Madre Patria, lejos de exaltar la acción civil de constituirse en Congreso, aprobar y firmar el Acta de la Independencia redactada por ese paladín de la civilidad, Juan Germán Roscio; lejos de colocar, como siempre ha sido, al Padre de la Patria, como paladín de las luchas que fueron necesarias en los años sucesivos, para lograr que se hiciera realidad, varios años más tarde, la verdadera independencia de todos los países del hemisferio, se nos colocó un altar “simbólico” de una hembra sustituta, que si bien amó al Libertador y lo demostró con acciones singulares, fue presa de actitudes que poco tienen que ver con los modelos que debemos presentar a las generaciones futuras.
No se trata de juzgar ni de adjetivar los pasos de la señora Manuela Sáenz de Thorne. Otras personas se han ocupado, con mucho mejores credenciales, de analizar la azarosa vida de la quiteña. Solo nos importa dejar sentado que ni la oportunidad ni las enseñanzas a futuro, tuvieron un momento estelar en este 5 de julio de 2010.
Solo para fijar algunos conceptos revisamos la biografía de la llamada “Libertadora del Libertador”. Su primer encuentro lo tuvieron el 16 de junio de 1922, de acuerdo a lo que ella misma escribió en su diario. Entonces nos preguntamos: ¿Que tiene que ver la señora Thorne con el 5 de julio de 1810?
Ocho años más tarde, en Santa Fé de Bogotá, el 25 de septiembre de 1828, sucede el evento consagratorio de la relación cuando Manuela hace escapara a Bolívar de la emboscada que seguramente lo hubiera conducido al sepulcro.
Obviemos, por extraña, para decir lo menos, la exaltación de la señora al grado de general. No tenemos ni los sentimientos ni el conocimiento necesarios para ponernos en el lugar de los generales del ejército venezolano para opinar sobre este evento.
Renglón aparte merece el tribuno que tomó la palabra en la Asamblea Nacional. El Presidente del Ecuador Rafael Vicente Correa Delgado, adelanta en su país unas acciones que conducen a su sociedad a situaciones y espacios que algo tienen que ver con la proterva filosofía, si es que existe, del régimen nacional. Correa es un hombre que tiene una formación y una preparación bien distintas a las de nuestros dirigentes. Apenas anotemos que tiene sus aulas matrices en la Universidad Católica de Guayaquil, en la Universidad Católica de Lovaina y en la Universidad de Illinois. Como diría un barquisimetano: Una guará!
Ahora bien, de allí a calzar los zapatos necesarios para exaltar y celebrar la Independencia de Venezuela hay un camino mucho más largo que el recorrido por las gestas libertadoras para lograr la emancipación de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá.
Se nos está haciendo reiterativo que los acólitos presidenciales de naciones amigas y beneficiarios de nuestros recursos, vengan no solo a llevarse los dineros que tanta falta le hacen a nuestra sociedad, sino que además tenemos que calarnos sus pedanterías y sueños de grandeza.
Venezuela tiene ingente cantidad de hombres y mujeres que podría haber expuesto vertientes valiosas de la historia patria. En la Academia de la Historia, recientemente agredida de manera artera, están cerebros que dedican su vida a entresacar de los papeles viejos, enseñanzas nuevas. Omitimos nombres pues la lista es larga y no queremos excluir a nadie. Allí y en las universidades nacionales autónomas están los cerebros que si saben las vertientes importantes de la gesta emancipadora.
Venezuela ha desperdiciado dos ocasiones importantes para la educación de nuestros jóvenes. El 19 de abril tuvimos unos eventos tristes con una oradora pizpireta, el 5 de julio también exaltamos el pizpiretismo. Como escribió ese paladín de la venezolanidad, Augusto Mijares, en 1958 en su novela “Los adolescentes”: — aduladores, prostitutas, esbirros, aprovechadores, alcahuetes, corte de los milagros donde cada cual exhibía una deformación espiritual y lucraba con ella — Mal camino.
rafael862@yahoo.
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/2080962.asp
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