ANTONIA C. DE FIGARELLI LOVERA (VIUDA
DE GRUBER): “RESUMEN DE MI TESIS DE GRADO—IV”—CARACAS, UCV, 1980—
DECÍAMOS EN EL CAPÍTULO ANTERIOR
(III):
El
“Análisis Crítico” de un texto, es en realidad una discusión entre la “forma” o
estructura lógica del mismo—(Introducción, Desarrollo, y Conclusión)-- que el
autor presenta de forma implícita (subyacente), o en forma explícita (detallada
por él mismo), y su “fondo” o contenido-- (Ideas, Argumentos, y hechos)—Entre
la “forma” y el “fondo” de un texto debe imperar unas relaciones perfectas, o
casi perfectas, armónicas, no contradictorias, no excluyentes.
La
“Estructura” lógica del texto puede ser “explícita” detallada por el mismo
autor; habrá que evaluar entonces las relaciones entre su “Introducción”, su “Desarrollo”
demostrativo, y su “Conclusión”; entre ellas debe haber una relación lógica
perfecta, o la mejor posible, dadas las circunstancias del caso expuesto. Ya
hemos visto que un texto bien escrito debe asimilarse a la “Estructura” lógica
circular del discurso geométrico, aunque en el ámbito literario en general, se
carecen de las exactitudes y reglas absolutas propias de la Geometría, o del
Análisis Matemático; sin embargo los autores deben esforzarse por lograr ese
ideal discursivo. Los textos de estructura impícita deben someterse,
previamente, al “Resumen Analítico”, para determinar su estructura lógica real,
y luego someterlos al “Análisis Crítico”.
Desde
el punto de vista de su estructura lógica-- (“forma”)-- los textos se pueden
clasificar en dos grupos: a) De estructura completa: Introducción, Desarrollo,
y Conclusión; b) De estructura incompleta, cuando faltan la Introducción, o la
Conclusión, o ambas; puesto que un texto lo menos que puede tener es un
desarrollo, así su estructura no sea perfecta.
El
“Análisis Crítico” también se debe ocupar del “fondo” o contenido del texto: a)
Las Ideas del autor; b) Los Argumentos del autor; c) Los hechos citados por el
autor.
Al
final del proceso nuestro “Análisis Crítico” debe redactarse siguiendo las normas
circulares del Discurso Académico: a) Una Introducción a la crítica; b) Una
Demostración de la crítica; c) Una Conclusión de la crítica.
El
estudiante bien ejercitado en estos análisis puede enfrentarse (resumir),
desmenuzar (lógicamente), y criticar (forma y fondo) de cualquier texto,
incluso el de los mejores escritores del mundo.
El primero de los Planes básicos , para investigar en Historia,
llevar a cabo dicha investigación, y redactar los resultados finales, es el
llamado “Plan Biográfico”. Consiste en redactar, inicialmente, una breve
síntesis de la vida de un personaje histórico; dicho ensayo inicial, a pesar de
ser un resumen mínimo de lo que se proyectará definitivamente, en un escrito
completamente desarrollado, debe poseer una estructura “perfecta”, es decir
compuesta de “Introducción”, “Demostración”, y “Conclusiones”, además deber ser
complementado con lo que se ha llamado el “Aparato Crítico”, es decir: “Notas
de Página”, “Bibliografía Consultada”, y “Anexos”.
Explicaba mi Profesor de la Escuela de Historia— (Victor M.
Gruber de F, 1977—78)—No necesariamente se trata de un escrito que empieza con los datos de
nacimiento del personaje, que sigue cronológicamente los pasos de su vida y
obras, y que termine con su muerte y sepultura, aunque ello depende muchas
veces del gusto y las circunstancias de los autores; esos datos tienen que
aparecer en dicho resumen biográfico, repartidos a lo largo del escrito, no
necesariamente en su secuencia temporal y espacial; utilizados creativamente.
La idea central de dicho resumen, que gobernará toda la redacción, y que
aparece en la “Introducción”, puede partir de un momento cumbre del personaje,
de su vida, de su obra, de su época; y partir de allí se desarrollará una trama
que combine sabiamente sus variables existenciales temporales, espaciales, y
vitales.
Escribe Rafael Lapesa en: “Introducción a los Estudios
Literarios”— ( Ediciones Cátedra, Madrid, 1974, pp. 191--193)—lo siguiente:
“Biografías, memorias,
cartas”:
El interés histórico no alcanza sólo a los grandes hechos de
trascendencia colectiva. Los actores de la historia nos atraen también como
simples hombres, en el drama de su existencia privada. Bigrafía es el estudio histórico de la vida de un personaje. Es uno
de los géneros históricos que mejor se presta a la elaboración literaria, y ya
en la antigüedad fue cultivado con el fin de presentar paradigmas de grandeza
moral, como en el De viris illustribus, de Cornelio Nepote, o en Las vidas paralelas, de Plutarco. En nuestros días es
extraordinario el gusto por las producciones biográficas, en las que se siente
el interés novelesco aumentado por el histórico, más aún tratándose, como
ocurre ordinariamente de personajes relevantes en la política, las armas, la
ciencia, el arte, o las letras.
Se llama autobiografía el
relato que un autor hace de su propia vida. Son célebres las de San Agustín (Confesiones), Benvenuto Cellini , Santa
teresa, y Roseau. Las memorias no
tiene carácter de autobiografía completa, sino que reúnen algunos recuerdos del
autor respecto a sucesos y hombres conocidos. De especial interés psicológico
por su intimidad son los diarios no
destinados a la publicación, depósito de las inquietudes y emociones de quienes
los escribieron como expansión de su vida interior.
Análog es el interés humano, histórico y psicológico de los epistolarios o colecciones de cartas
particulares. Sus autores se nos muestran a veces con la llaneza y relativa
sinceridad del trato diario; asistimos a sus afanes e iluciones y participamos
en sus reacciones personales frente a los acontecimientos externos. De la
antigüedad son famosas las cartas de Cicerón y las de Plinio el Joven. Francia
cuenta con rica y sugestiva literatura epistolar, como corresponde al gusto
francés, tan reiteradamente manifiesto, por el análisis psicológico. Sobresalen
las cartas de Madame de Sévigné, en el siglo XVII. En España se distinguen las
de Fray Antonio de Guevara (1481?—1545), el Beato Juan de Ávila (1500—1569),
Santa Teresa (1515—1582), las de Felipe II a sus hijas, Quevedo (1580—1645),
Leandro Fernández de Moratín (1760—1828), Valera (1828—1905), etc. Fuera de la
correspondencia, la forma epistolar puede servir de procedimiento con fines muy
varios; hay como ya se ha dicho, novelas total o parcialmente compuestas así
(la Cárcel de Amor, de Diego de San
Pedro; el Werther, de Goethe; Pepita Jiménez, de Valera, entre otras
muchas). Cartas dirigidas a personajes
reales o supuestos han servido a la didáctica, a la polémica ideológica,
o constituyen como en las Cartas persas, de
Montesquieu (1689—1755), y las Cartas
marruecas, del español Cadalso (1741—1782), un mínimo armadijo de ficción
novelesca para apoyar la crítica social.
En toda la literatura confidencial—autobiografías, memorias,
diarios, cartas—la historia pierde no poco de su porte majestuoso. Las grandes
figuras nos revelan sus flaquezas; los hechos que al cabo del tiempo juzgamos
trascendentales, tienen allí a veces eco menor del que esperamos. Pero esto
mismo nos ayuda a conocer mejor hombres y épocas y la verdadera grandeza
histórica no disminuye al acercársenos caldeada con hálito de humanidad… (final
de la cita)…
…(Continuaremos) ...
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