Resumen histórico[editar]
Tras la independencia y la posterior disolución de la Gran Colombia en Venezuela no existía un gobierno fuerte con la autoridad y poder suficiente para garantizar el orden ni una idea de nación ni experiencia cívica.1 Esto conllevó a un fenómeno de caudillismo y militarismo en que jefes político-militares locales fueron capaces de enfrentar y derrotar al gobierno central siguiendo sus intereses particulares e ideológicos junto a masas populares que los apoyaban al sentirse identificados con ellos.2 Procesos similares se dieron en toda la América hispana tras el fin del dominio colonial español.3 Esto se debió en parte al debilitamiento que sufrió la clase gobernante, los mantuanos que ya gobernaban el país desde la época colonial.4 Durante la primera mitad del siglo el único personaje que logró convertirse en factor de relativa estabilidad fue José Antonio Páez gracias a su poder militar y solo su derrota en los campos de batalla terminó con su carrera política.5 El popular caudillo llanero se levantó varias veces contra gobiernos que consideraba habían violado la legalidad vigente o combatió contra quienes intentaban derribar gobiernos legítimos.6 Su única rebelión contra la legalidad habría sido la La Cosiata, y esta fue una reacción patriótica contra un proyecto supranacional al que la mayoría de los venezolanos no les interesaba embarcarse.7
Entre 1830 y 1903 hubo un total de 166 revueltas armadas y casi cincuenta años de guerra.8 Se estima en un millón de muertos en total,9 un 70% de ellos no-combatientes caídos por las pestes, hambrunas, anarquía y represión política que trajeron las guerras. Otras fuentes rebajan la cifra a 260 0000 muertos en combates, más 62 0000 por terremotos y pestilencias, sin contar los caídos en la Guerra Federal.10 Solo hubo dos períodos en aquel siglo que los gobiernos fueron estables y duraderos: en 1835 a 1848 y 1870 a 1887.11
El período de inestabilidad terminó con la dictadura de Juan Vicente Gómez quien gobernó Venezuela desde 1908 hasta su muerte en 1935, asegurando así una base fuerte para el poder estatal, acabando con los caudillos regionales al pasar el poder al alto mando central de las Fuerzas Armadas de Venezuela.12 Debido a estas guerras el país se empobreció y sufrió un relativo estancamiento demográfico.13
Estas guerras civiles eran sobre todo combates entre milicias armadas, cada una organizada por su localidad de origen, así se reflejaban las alianzas de los grupos de poder regionales con el gobierno o los rebeldes en cada momento.14 Se daban casos en que los habitantes de pueblos vecinos o hasta de un mismo pueblo se enfrentaban a pequeña escala durante estas guerras civiles.15 Cada partido buscaba el apoyo de los caudillos regionales, quienes tenían el verdadero poder en aquella época.16
La desorganización económica de la independencia fue profundizada por las guerras civiles, una larga anarquía. Páez y Soublette basaron su economía en el cacao, propia de su región, los llanos. En esos años los orientales, los llaneros y los corianos se disputaron la hegemonía en rápida sucesión.17 Guzmán Blanco, un caraqueño, consiguió mantenerse en el poder gracias al auge del café, al igual que los andinos Castro y Gómez.17
Diversas expediciones de guerrillas van sucesivamente apoderándose de Caracas durante ese siglo, marcando cambios constantes en el gobierno.18 Este proceso, en el que líderes regionales se sentían insatisfechos con el reparto del poder en la capital, se alzaban en armas y derrocaban a débiles gobiernos centrales tomando Caracas (esto se dio continuamente desde la Independencia). En 1812 los corianos de Monteverde organizan una expedición para derrocar a la Primera República; un año después los andinos de Bolívar y los orientales o guayanenses de Mariño acaban con la restauración monárquica; en 1814 Boves y sus llaneros arrasan con la Segunda República.19 Páez fue apoyado por los llaneros, Falcón por los corianos, Castro o Gómez por los andinos,17 los orientales a Rolando Monteverde (liberal, colaborador de Andrade y después de Castro en sus primeros tiempos, a quien ayudó a enfrentar a las partidas mochistas en Guayana, caudillo principal de esa región entre 1899 y 1908).20 Este proceso continuo es finiquitado por Castro.19 Tras la victoria su victoria en 1899 se crea un moderno ejército nacional profesional que es capaz de someter a las milicias de llaneros, barloventeños, corianos y orientales que les salen al paso en la Revolución Libertadora.18 El caudillismo había sido aplacado temporalmente por el guzmancismo,21 sin embargo a su fallecimiento volvió a resurgir, lo que llevó a que durante el gobierno de Castro se tomaran medidas definitivas.22 Todos los caudillos pactaban con o luchaban contra cada gobierno, promovían revueltas locales o movimientos autonomistas y se involucraban en distintos bandos (según su interés momentáneo) en las rebeliones nacionales: contando con ejércitos leales garantizaban su preeminencia regional.22 Muchos de ellos se decían defensores del federalismo, entendido como «mantenimiento de las autonomías federales» y oposición a toda centralización del poder.23
Inicialmente, los conservadores y liberales, que marcaron todo el siglo XIX con sus guerras por el poder en los Andes,14 buscaron identificarse con los colores de la bandera venezolana - amarillo, azul y rojo desde arriba hacia abajo-.24 Los primeros, partidarios de Páez, usaron el rojo para diferenciarse de los segundos, apoyados por los intelectuales de Caracas, veteranos frustrados por no haber recibido tierras y llaneros, que usaban el amarillo.2416 Sin embargo, en 1867 se formó una alianza entre conservadores y sectores liberales para apoyar la revolución de José Tadeo Monagas,24 quien había utilizado el poder para beneficio personal junto a su hermano, José Gregorio, durante los años previos en que gobernaron.16 Para encarnar esta nueva unión, amarillos y rojos eligieron el color central de la bandera: el azul.24 A partir de la segunda mitad del siglo XIX los conservadores se identificaran con el color azul,24 y los liberales (empezando con los partidarios del gobierno de Juan Crisóstomo Falcón,24) siguieron utilizando el amarillo.14 Otro punto de diferencia era que los liberales apoyaban un sistema federal, mientras que los conservadores uno centralizado. Aunque eso era solo teórico, pues en el poder muchos liberales ejercieron un mandato autoritario, centrado en su persona, como Antonio Guzmán Blanco, fundador del Liberalismo Amarillo, quien también fue un anticlerical, partidario del liberalismo económico y benefactor de los poderosos que lo auparon al poder.25 En las últimas décadas del siglo los conservadores fueron quedando paulatinamente apartados del juego por el poder, encumbrándose los liberales. A partir de entonces las guerras civiles se libraran entre facciones de liberales, por ejemplo, algunas fieles al federalismo y otras partidarias del centralismo. En las últimas guerras civiles del país (1899 y 1901–1903) todos se autodenominaban liberales: el caudillo José Manuel Hernández definía a su partido como «Liberal Nacionalista»; también el dictador Castro, quien derrotó a los «liberales amarillos y a los liberales rojos y azules o blancos o tricolores».26
Guzmán Blanco fue la figura dominante de las últimas décadas decimonónicas, el posterior debilitamiento de su figura sería sucedido durante los años 90 del siglo por un resurgimiento de la anarquía y el caudillismo.27 Ambos factores también estuvieron presentes en la Guerra Federal (1859–1863) y aún antes, en la Segunda República (1813–1814), cuando la incapacidad de las clases dominantes de cumplir con sus promesas y las aspiraciones del vulgo llevaran a violentísimas insurrecciones populares que devastaron Venezuela. La más antigua al mando de Boves y la posterior dirigida por Zamora, dos caudillos que murieron en el camino por conseguir el poder.28 En cambio, desde la fragmentación de la Gran Colombia hasta la Guerra Federal la figura dominante en Venezuela fue Páez, personaje clave en intentar imponer un régimen estable en el país.6
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Venezuela, la Cuba del siglo XXI
Moscú utiliza a Caracas para grandes negocios y como catapulta de la Guerra Fría
Cuentan los periódicos de la época que el pueblo cubano salió irritado al Malecón habanero a gritar aquello tan caribeño de "¡Nikita, mariquita!", tras la resolución pacífica de la Crisis de los Misiles. El pacto a última hora entre los presidentes Nikita Kruschev y John F. Kennedy no gustó a Fidel Castro, pese a que la Historia ha demostrado que fue uno de sus grandes beneficiados.
La presencia de militares rusos en Venezuela, la puesta a punto del sistema antiaéreo S-300 (vendido por Moscú) en el estado Guárico, cercano a Caracas, y el respaldo absoluto de Vladimir Putin a Nicolás Maduro durante el desafío del Parlamento democrático contra la revolución han activado en la región los recuerdos de la Guerra Fría.
"Los militares se quedarán tanto tiempo como sea necesario y mientras el Gobierno los necesite. Sólo se ocupan del mantenimiento de los equipos", asegura la Cancillería rusa. "Advertimos firmemente a actores externos del hemisferio occidental (Rusia) contra el despliegue de activos militares en Venezuela con la intención de establecer o expandir operaciones militares", advierte John Bolton, asesor de Seguridad Nacional de EEUU, para cerrar dos semanas con sabor a otras épocas y que comenzaron con el aterrizaje de dos aviones rusos en el aeropuerto caraqueño de Maiquetía.
Las relaciones entre Venezuela y Rusia, puestas en marcha la década pasada por Hugo Chávez y Putin, se basan hoy en un triple eje: alianza militar, respaldo económico y juego geoestratégico. En vísperas de las elecciones presidenciales en Ucrania, la agencia rusa Sputnik destacó un concepto, "factor disuasivo". "Trump dice que Venezuela es una esfera de influencia estadounidense. Ucrania es la esfera de influencia de Rusia, pero los políticos y militares estadounidenses están involucrados activamente en su situación en Ucrania", explicó el profesor Alexandr Kubishkin, de la Universidad Estatal de San Petersburgo.
"El objetivo en este juego ancestral de penetrar esferas de influencia de poderes rivales es tener mayor capacidad de acción y negociación en el sistema internacional. Esto es especialmente importante y urgente para Rusia porque es una gran potencia decadente", desvela para EL MUNDO Víctor Mijares, profesor de Ciencia Política en la Universidad colombiana de Los Andes.
El escenario elegido hoy para el pulso entre las superpotencias, aunque una de ellas esté venida a menos, es el peor posible: una Venezuela entre colapsos y huidas, que añora un cambio que la revolución no permite y cuyo derrumbe es un factor de desequilibrio para los vecinos.
"Los rusos están en Venezuela para mostrar músculo y dar una prueba más de que son potencia y pueden enfrentarse a EEUU, algo que la política de Donald Trump les facilita. Dada la situación económica de Rusia, un despliegue militar en condiciones les saldría por un ojo de la cara y no están en condiciones", matiza Carlos Malamud, investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos.
Para Mijares, no estamos ante una nueva crisis de los misiles pero sí forma parte del fenómeno de rivalidad entre potencias. Malamud tampoco cree en una reedición de lo vivido en Cuba, aunque tiene claro que la presencia rusa supone para Maduro "una cierta garantía de supervivencia", como ya lo fue para Castro.
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