Encuentro de dos Masones:
Bolivar y Morillo
El saludo entre los masones es símbolo de fraternidad y hermandad. Suele ser parte de una ceremonia de reconocimiento, reconciliación, de fe y esperanza, que se ejecuta con una característica propia que sólo los masones saben reconocer.
Año de 1820: La guerra de la Independencia se ha estancado…! Irónicamente, Bogotá, la capital, está en poder de los patriotas venezolanos, mientras que Caracas, la otra capital, permanece en poder español… Bolívar está inmerso en la frustración y la impotencia de continuar su lucha, sus escasas provisiones sólo le permiten mantener a pocos hombres encubiertos entre la selva, en un intento de proteger infructuosamente la ruta que podría conducir a Morillo hacia la capital de la Nueva Granada… durante cuatro meses, los ejércitos de Bolívar y Morillo se vigilan mutuamente… se observan… se analizan… pero no intentan ninguna acción. Mientras los soldados españoles descansan atrincherados y bien alimentados, la larga espera impacienta a los reclutas republicanos que no tienen otra cosa que hacer…
Curiosamente, Bolívar y Morillo nunca se habían enfrentado frente a frente, sin embargo, ambos se respetaban y conocían de sus proezas militares… Morillo, un héroe de la guerra contra Napoleón, era el oficial más sobresaliente del ejército español. Su misión: someter a los insurrectos. Contaba con el poder militar más devastador que conoció América: soldados entrenados para matar, las armas más sofisticadas, los mejores caballos, miles de cabezas de ganado y dinero en abundancia para alimentar a su tropa…
Para Morillo, Bolívar era un guerrillero, cuyas proezas militares ocupaban las primeras páginas de los diarios europeos, y sus triunfos, gallardía y heroísmo, lo habían convertido en el paladín de la juventud… pero el tiempo conspiraba contra los venezolanos: cuatro meses de inactividad, desmoralizan al ejército libertador y no así al realista que apostaba al tiempo de espera…
Bolívar escribe a Santander:
Casi todos los soldados se han ido a sus casas; las provisiones de boca se han reducido; los hombres están cansados de comer plátano: plátano en mañana, plátano en tarde y plátano en noche… Los enfermos se mueren de hambre… Nos vamos a ver en un conflicto del demonio.
En una correspondencia fechada el 20 de mayo de 1820, se evidencia la desesperación del Libertador cuando escribe: “Mi edecán Infante le ganó unos reales al cura de San Cayetano y con ellos me está manteniendo. Ya no tenemos sobre qué caernos muertos: todo se ha agotado, y ya nos morimos de miseria…”
El tiempo trascurría y la inactividad consumía la intranquilidad de Bolívar: “Día a día lo paso en pensar y la noche en soñar… no hagamos castillos en el aire, aunque en esto nadie será mejor arquitecto que yo.”
Cuando todo parecía perdido y la revolución parecía caer derrotada sin lanzar un solo tiro, OCURRE EL MILAGRO!
Bolívar recibe la buena noticia: “En España, los Generales Rafael del Riego y Antonio Quiroga, encabezan una revolución liberal, que obligan al Rey Fernando VII a jurar la Constitución de 1812, que abre la democracia en esa nación y pone un freno al absolutismo de la monarquía española”… Esta nueva realidad política, suspende la expedición militar que estaba dispuesta a reforzar el poderío militar de España en América… este golpe de suerte para la causa libertadora, daba nuevos aires de tranquilidad a los patriotas, y le permite a Bolívar el tiempo necesario para reorganizar su maltrecho ejército… por los momentos, no llegarán de España los refuerzos solicitados desesperadamente por los realistas…
Pablo Morillo recibe instrucciones de España: “… se le ordena lograr una tregua con los insurgentes patriotas…” a lo que Morillo respondió airadamente: “Están locos..! los que mandan allá en España no conocen a este país… ni a los enemigos… ni las circunstancias… quieren que pase por la humillación de negociar con el enemigo..?”
Decepcionado con esta nueva realidad política en su país, y obligado por las circunstancias a negociar con su más acérrimo enemigo, el 17 de junio de 1820, envía Manifiesto al General Simón Bolívar, acordando suspensión de las hostilidades.
El 27 de noviembre de 1820, Simón Bolívar y Pablo Morillo han acordado reunirse en el pueblito de Santa Ana de Trujillo. Todo ha sido preparado para ese trascendental encuentro, donde por primera vez se verán cara a cara ambos generales. Morillo montado en su caballo de imponente estampa, está rodeado de su Estado Mayor y espera impacientemente, mientras que Bolívar no tenía un ejército para deslumbrar al enemigo…
A lo lejos, Bolívar, sólo y sin escolta, se acerca cabalgando una humilde mula parda…
Llega el momento crucial… y con la reticencia propia del nerviosismo por la enemistad y el odio alimentado en tantas batallas, ambos generales estrechan sus manos… sorpresa! descubren que a pesar de estar en bandos opuestos, ambos no sólo tenían en común su indiscutible liderazgo para conducirse en la guerra, sino que además eran Hermanos Masones.
A lo lejos, Bolívar, sólo y sin escolta, se acerca cabalgando una humilde mula parda…
Llega el momento crucial… y con la reticencia propia del nerviosismo por la enemistad y el odio alimentado en tantas batallas, ambos generales estrechan sus manos… sorpresa! descubren que a pesar de estar en bandos opuestos, ambos no sólo tenían en común su indiscutible liderazgo para conducirse en la guerra, sino que además eran Hermanos Masones.
La manera en que se saludan, daban una señal inequívoca de hermandad que los obligaba a honrar la confraternidad del Ser Humano por encima de las pasiones… y para sorpresa de todos los presentes, de inmediato vino un fuerte abrazo, como si en lugar de dos gladiadores que una vez tiñeron de sangre los campos de batalla, eran dos hermanos de sangre que se reconciliaban luego de batallar en bandos opuestos…
El coronel realista Vicente Bausá describió el encuentro:
“Morillo y Bolívar comieron juntos todo el día y juraron una fraternidad y filantropía interminable… La comida fue dispuesta por el General Morillo y fue tan alegre y animada, que no parecía sino que eran antiguos amigos… El General Morillo con toda la sinceridad de su corazón y hasta saltársele las lágrimas de placer, brindó por la concordia y la fraternidad mutua… Todo fue abrazos y besos. El General Morillo y Bolívar se subieron en pie sobre la mesa a brindar por la paz y los valientes de ambos ejércitos”
La hermandad que obliga la masonería había hecho un milagro en esos dos titanes de la guerra… Quién pudiera pensar que hasta ayer eran sanguinarios combatientes dispuestos a devorarse mutuamente?
Bolívar y Morillo dieron una lección para la historia, al deponer las pasiones para honrar al Ser y la hermandad que debe existir entre todos los hombres y mujeres de buena voluntad… porque cuando se tienen ideales y un corazón noble, no importan las diferencias por muy insalvables que parezcan; porque cuando se actúa de buena fe, se tienen convicciones, y se cree en los principios, el hombre se crece ante las adversidades y le da un sentido a su existencia.
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