PRIMERA LECTURA
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Para Maduro, hablar de transición es
hablar de un golpe de Estado. Su estrecha mente le sirvió para cumplir los
lineamientos últimos recibidos de los carniceros cubanos
Domingo, 01 Marzo 2015 00:00
140 CLICS
La mal llamada guerra económica que enarbola el régimen de Maduro,
pretendiendo crear pretextos que justifiquen el desastre que ha paralizado al
país y destruido la calidad de vida de los venezolanos, muestra ahora nuevos
brotes: Otras guerras que terminen por opacar y en buena medida, desarticular
todo intento de protestas, reclamos y manifestaciones que son legítimos
derechos naturales y constitucionales de la ciudadanía.
Las nuevas guerras se denominan así: Judicialización de la política y
represión sin igual, las cuales han dejado a la Seguridad Nacional de la
dictadura de Pérez Jiménez, en pañales.
La represión y los encarcelamientos de la dirigencia opositora tienen como
propósito fundamental la inhabilitación de todos los líderes de la oposición
con el fin de descabezarla. En el fondo, ello contiene una aviesa intención: Si
se descabezan a los líderes de la oposición, la gente saldría a la calle a
manifestar masivamente, lo que le daría al régimen una oportunidad puesta en
bandeja de plata de advertir sobre supuestos graves desórdenes y con ello
decretar un Estado de sitio hasta más allá de diciembre, suspendiendo las
elecciones Parlamentarias.
De hecho, la más importante diferencia de criterio de las pocas que
tuvieron Fidel y Chávez, tenía que ver con las elecciones: Fidel le aconsejaba
al caudillo difunto que no corriera más riesgos de perder más elecciones, como
le ocurrió en diciembre de 2006; que era mejor suspenderlas de una vez por
todas, tal como él hizo en Cuba. Chávez le porfiaba que no, pues le encantaban
los “baños de popularidad” de una masa mayoritariamente obligada a asistir a
los mítines, comprada su voluntad o amenazada de perder privilegios y empleos.
Pero para reprimir de la manera como lo está haciendo Nicolás, debía montar
una plataforma que le sirviera de justificación. Había que buscar, en primer
lugar, a algunos chivos expiatorios: Se aprovechó de un comunicado publicado
por los medios de comunicación social de la capital con la firma de Antonio
Ledezma, María Corina Machado y Julio Borges, incentivando a los venezolanos
oprimidos por la dictadura madurista, a tener conciencia de transición y a
trabajar unidos en pro del rescate de la democracia perdida.
Para Maduro, hablar de transición es hablar de un golpe de Estado. Su
estrecha mente le sirvió para cumplir los lineamientos últimos recibidos de los
carniceros cubanos. Entonces apareció el primer chivo expiatorio Antonio
Ledezma. El próximo chivo lo sería Julio Borges, para más adelante, cuando lo
consideren oportuno, caerle a María Corina Machado, entre otros más, a quienes
meterán presos en Ramo Verde para hacerle compañía a Leopoldo López. A eso lo
llaman democracia y libertad de expresión. Frente a la barbarie política que
proviene de los responsables del régimen, solo queda tener presente el popular
adagio que enseña que el peor ciego es el que no quiere ver, lo cual conduce
forzosamente a la siguiente conclusión: “No hay mal que dure cien años, ni
cuerpo que lo resista”!.-
SEGUNDA LECTURA
MARTA COLOMINA: LOS ESCUADRONES DE
LA MUERTE EN VENEZUELA
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La violencia criminal, la feroz represión contra la disidencia, la
escasez de alimentos y medicinas y la inflación más alta del mundo, están
minando al cada vez más endeble régimen de Maduro. El abierto rechazo nacional
e internacional al encarcelamiento del alcalde metropolitano de Caracas,
Antonio Ledezma fue seguido, en apenas una semana, de las imágenes
estremecedoras del asesinado liceísta de 14 años en el Estado Táchira, Kluivert
Roa, que dieron la vuelta al mundo en señal de que —como afirmase The Wall
Street Journal— el gobierno de Maduro ya es una tiranía. Los relatos sobre la
muerte del inocente Kluivert hablan de cómo los policías tienen licencia para
matar, porque no están para combatir el crimen, sino para disparar sus armas de
fuego contra jóvenes indefensos y manifestantes pacíficos.
El niño Kluivert, según testigos presenciales, “quiso ayudar a una
joven a quienes los policías habían disparado perdigones en la espalda. Los
agentes contraatacaron, Kluivert no pudo huir, cayó al suelo y recibió un
disparo a bocajarro en la cabeza. Otra de las presentes asegura que los agentes
sacaron al joven de debajo de un vehículo donde se había escondido” (diario
español El Mundo). A pesar de las súplicas del niño de que no lo matara, la
respuesta de su asesino, el PNB Javier Mora Ortiz, fue un tiro a la cabeza, a
sangre fría. Después de que recibió el disparo los policías intentaron llevarse
al joven “a rastras” en motos de PNB, cosa que impidieron los testigos a pesar
de las bombas lacrimógenas y los moretones en sus brazos causados por los
brutales agentes. Aunque el gobierno dice que el joven murió por una bala de
plástico, la familia y testigos aseguran que fue asesinado con el arma de fuego
del policía Mora, hoy detenido y seguramente libre en unos días, como quienes
mataron a más de 40 estudiantes el año pasado. “A mi hijo lo mató el odio”,
dijo el padre de Kluivert: “Él salía del colegio. Era un niño de 14 años, ni
protestas ni nada. El chico jugaba al basket y era scout” (Ibid). El odio es
tal que, ante el vil asesinato de Kluivert, Nicolás dijo que “el liceísta
asesinado pertenecía a secta de la derecha”. A solo dos días de esta muerte, 5
estudiantes de la ULA fueron heridos (2 por armas de fuego), por eso Amnistía
vuelve a denunciar el uso de balas en las protestas en Venezuela.
La muerte del niño mártir de la tiranía dislocada no es un caso
aislado. Días atrás habían sido asesinados (en Mérida, Caracas y San
Cristóbal), seis estudiantes, maniatados, con tiros en la cabeza y signos de
haber sido ajusticiados. Cinco de ellos habían sido detenidos en una protesta
estudiantil. El corresponsal en Iberoamérica del diario La Razón de España,
Ángel Sastre, publica “los escuadrones de la muerte en Venezuela”, recordando
los escuadrones de las dictaduras de los 70 y 80. La impunidad sobre el crimen
en Venezuela es enorme: “Paradójicamente Maduro trata de no enviar a sus
agentes contra los delincuentes, pero sí ha intensificado la ofensiva contra jóvenes
y opositores”. Los seis estudiantes ajusticiados “habrían sido torturados en
cuarteles del país… Esos escuadrones de la muerte están conformados por
funcionarios de las policías regionales, que hacen desaparecer a personas
previamente seleccionadas a través de aparatos de inteligencia informales”.
Cita la acusación de Cofavic de que “la Fiscalía ha reconocido que la mayoría
de los responsables de estos crímenes son miembros de organismos de seguridad
con experiencia en detenciones, lo que ha dificultado la identificación de los
responsables”. En Venezuela 96% de los crímenes no son esclarecidos ni
castigados. Sastre incorpora al Sebin y a los “colectivos” (“motorizados”) en
la lista de los escuadrones y concluye que grupos paraoficiales operan con total
impunidad como bandas dedicadas al crimen, secuestro y narcotráfico. Cecodap
denuncia que 126 niños y adolescentes murieron en 2014 a manos de policías (55%
más que el año anterior).
El próximo show del horror para distraer la atención sobre la
bancarrota del país a causa de la corrupción y el despilfarro del gobierno, es
la promesa de Maduro de “mostrar videos en cadena nacional sobre el atentado
golpista y magnicida” número 16, en menos de 2 años (Chávez denunció 63), sin
mostrar jamás prueba alguna. El 23-1-2013 Maduro denunció que grupos
infiltrados planeaban matarlo a él y a Diosdado. En la lista del 1 al 16
aparecen como “culpables” Capriles, Uribe (varias veces), Roger Noriega,
sicarios salvadoreños y el delirio más estrambótico de mayo de 2013, cuando
Nicolás denunció que “Colombia planea inocularle un veneno que lo mataría
lentamente”. Si lo que hace no fuera tan dictatorial y macabro, Maduro sería el
bufón del mundo. El juego electoral, a pesar de su ventaja de controlar un CNE
rojo, sabe que no tiene con qué ganarlo, por eso anuncia que “no va a permitir
que la oposición se presente en elecciones si van a estar involucrados en
promover la violencia en el país”. Con tal fin ya tiene en mente su
Paracachitos III: dice que grupos paramilitares de Colombia habrían ingresado
al país para organizar hechos de violencia.
Frente a tanta barbarie e insania, los demócratas no disponemos de
otro antídoto que la unidad opositora, las protestas pacíficas en la calle y el
apoyo popular masivo al cambio por venir.
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TERCERA LECTURA
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Disparen primero
El gobierno ha
convertido los golpes de Estado en un género televisivo. Ya son un clásico en
esta década. Forman parte fundamental de la programación oficial. Se trata de
un tipo de seriado que tiene sus reglas y su propio sentido de la verosimilitud.
Por ejemplo: siempre se narran actos fallidos. Más que golpes de Estado, en
realidad, se cuentan pregolpes de Estado. Nunca vemos un tanque en movimiento,
un avión volando bajo, unos militares agazapados entre las sombras, un teniente
coronel hablando a cámara… No. El concepto de este género es distinto. Es un
producto más elaborado, que presenta la desactivación de amenazas inminentes y
que siempre ofrece una trama de contra, retruque y requetecontrainteligencia.
Es un curioso invento de nuestro telegobierno: programas de acción sin acción.
Este miércoles me senté
a ver Con el Mazo Dando. Esa noche prometían el tradicional
capítulo de la “presentación de pruebas”. El propio Nicolás Maduro había
participado con un tuit en la jornada publicitaria. Juro que lo observé con
toda seriedad. Deseo honestamente entender la urdimbre de esta nueva serie,
encontrarle algún sentido a todo lo que está pasando. El episodio fue largo,
algo aburrido y con algunos momentos muy desacertados. Jorge y Diosdado se
ríen, comparten complicidades que el público no entiende, se pasan chistes a
medias, juegan a darse uno al otro la palabra, al uy-uy-uy, tenemos por ahí una
noticia bomba, y vuelven a reírse y se muestran tan encantados que la audiencia
ya no sabe si, en verdad, están denunciando un golpe de Estado o están haciendo
casting para un “Ellos que se conocen tanto” en la radio con César Miguel
Rondón.
Cuando por fin llega el
momento tan esperado de las evidencias, el capítulo flaquea, el relato resulta
frágil, quebradizo. En el primer testimonio falla el audio. El segundo es breve
y poco contundente. El tercero es largo y tedioso. Un tal teniente L. Lugo
habla con un desconocido sin aportar ningún dato trepidante. El público empieza
a sentir que los párpados son de tela.
A medida que avanza la
transmisión, las cosas no mejoran y los animadores comienzan a desesperarse.
“Las evidencias son notorias. Las pruebas están extremadamente claras”, dicen.
Pero el argumento se deshace y la narración resulta cada vez más desopilante:
aseguran que Patricia Poleo, desde Miami, sería el detonante del golpe. Afirman
que, en Estados Unidos, un comunicado como el Acuerdo Nacional para la
Transición, sería suficiente motivo para una condena de 70 años de cárcel.
Jorge y Diosdado lucen cada vez más vulnerables en la pantalla. La ficción
requiere cierta lógica. Para mentir también se necesita coherencia.
Un gobierno dedicado a
perseguir palabras es un gobierno profundamente débil. Demuestra que está
perdiendo su voz. Por eso necesita callar a los otros. El debate en la Asamblea
Nacional sobre un texto publicado en un periódico es una de las tonterías más
asombrosas de toda nuestra historia parlamentaria. Pienso que muchos de los que
nos oponemos al gobierno ni siquiera suscribimos ese acuerdo. Que muchos
pensamos que la verdadera política produce transiciones, no las decreta. Que la
realidad del país es más compleja que un simple esquema entre dos modelos. Pero
entendemos que cualquiera tiene derecho de decir lo que piensa y lo que sueña
con respecto al futuro del país. Que el poder no puede imponer su diccionario
privado en el que los verbos hablar y delinquir significan lo mismo.
El oficialismo no quiere
enfrentar la realidad, pero sí pretende censurar su eco. La ficción de los
pregolpes de Estado les parece más verosímil que la inflación. Prefieren
debatir sobre un comunicado publicado en la prensa que sobre el asesinato de un
adolescente a manos de un policía. Nuestra historia es rara y cruel: a 26 años
del Caracazo, un gobierno, supuestamente revolucionario, considera que una
protesta puede ser un acto terrorista y se da permiso para reprimir usando la
fuerza. Disparen primero. Piensen después.
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Siembra de violencia
La responsabilidad que tiene Nicolás
Maduro, ante los dolorosos hechos de violencia ocurridos en Venezuela durante
estos últimos días, es indiscutible. No son solo los innumerables errores
políticos y económicos que han caracterizado su gobierno, sino una permanente
tendencia a responder mediante la represión armada a cualquier manifestación
ciudadana que critique su errada gestión de gobierno. La equivocada visión que
el chavismo impuso a la lucha política, al convertir al adversario en enemigo, conduce
obligatoriamente a la violencia. Es imposible negar el creciente desgaste que
ha venido sufriendo la imagen de Nicolás Maduro y su régimen. Esta realidad es
de tal gravedad que exige un inmediato cambio político, el cual debe orientarse
a través de alguna de las distintas alternativas establecidas en nuestra
Constitución Nacional. Una de esas alternativas, es la elección de una nueva
Asamblea Nacional este año, la cual debería reflejar la real situación política
de nuestra sociedad.
Estoy convencido de que Nicolás Maduro,
asesorado por el gobierno cubano, ha implementado un conjunto de acciones que
buscan desmoralizar la creciente oposición a su gobierno con el objeto de
evitar una presencia masiva de votantes en las elecciones parlamentarias. Su
temor está a la vista. Percibe el riesgo que existe para la estabilidad de su
gobierno si los venezolanos salen a votar masivamente. Comprende que le sería
imposible influir en los resultados. La maniobra para lograr su objetivo la
inició hace varios meses, al ratificar parte de la directiva del Consejo
Nacional Electoral con la finalidad de debilitar aún más la credibilidad en el
voto popular. No fue suficiente. El resultado de las últimas encuestas así lo
demuestran. Ante esta realidad, decidió utilizar la represión contra algunos
dirigentes de la oposición: María Corina Machado, Antonio Ledezma y
Leopoldo López; para continuar posteriormente contra Julio Borges y
Henrique Capriles
La maniobra tuvo por objetivo tratar de
destruir el liderazgo opositor. Se denunció un supuesto intento de golpe de
Estado y de magnicidio. Antes de hacerlo, tuvo que valorar la poca credibilidad
que tendría esa denuncia. A alguno de sus asesores, de muy limitadas luces, se
le ocurrió sugerir la detención de siete oficiales subalternos de la Aviación
militar, sin que haya podido presentar una sola prueba de su participación en
la supuesta insurrección militar. Para colmo, inventaron el cuento del Tucano.
El ridículo fue absoluto. De todas maneras, se mantuvo el objetivo de la
maniobra. Se ordenó el secuestro contra Antonio Ledezma y se mantiene la
amenaza contra María Corina Machado. Lo curioso fue la acusación contra
Julio Borges y Henrique Capriles. Solo encuentro una explicación: están
sorprendidos por el fortalecimiento popular de Primero Justicia. Han valorado
lo que eso significa como factor dominante en un seguro triunfo de la oposición
en las elecciones parlamentarias.
De todas maneras, el reto de la oposición
democrática es inmenso. Los venezolanos perciben que en su seno, como es
natural, existen distintas maneras de pensar. Hay un sector, representado
principalmente por Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, Acción Democrática y
Copei, que considera que el cambio político debe ocurrir como consecuencia del
triunfo de la oposición en las elecciones parlamentarias. Hay otro sector
liderado por Voluntad Popular, Alianza Bravo Pueblo y Vente Venezuela que,
reconociendo la importancia de la vía electoral, cree en la necesidad de
impulsar un cambio político de forma más perentoria. Los dos grupos coinciden
en que ese cambio político debe ser constitucional y democrático. También
reconocen la importancia de las elecciones parlamentarias. Esta realidad indica
que las posiciones no son antagónicas. De allí mi optimismo. Estoy convencido
de que la oposición democrática se unificará plenamente ante la cercanía de las
elecciones. Eso sí, hay que respaldar plenamente a los presos políticos y
decirle no a las maniobras de Nicolás Maduro. Así mismo, en la estrategia de la
oposición debe mantenerse la vigencia del tema económico y social.
FUENTE: http://www.el-nacional.com/fernando_ochoa_antich/Siembra-violencia_0_583141709.html
EDICIÓN, TRANSCRIPCIÓN, IMAGENES: LICENCIADO EN HISTORIA VÍCTOR MANUEL GRUBER DE FIGARELLI, UCV CARACAS, VENEZUELA, 1976
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