Elevó la apuesta el dictador
Raya en lo audaz la información histórica que le vende el dictador a los oficiales de reciente graduación
ASDRÚBAL AGUIAR | EL UNIVERSAL
martes 31 de enero de 2012 12:00 AM
En materia electoral, a diferencia de cuando ocurre entre agiotistas, la apuesta la eleva quien corre en desventaja. Quien participa en una justa comicial y es consciente de que el viento de cola lo empuja y sube de manera sostenida, sabe que lo prudente es dejarse llevar por las condiciones imperantes sin desafiarlas. Y los casos huelgan de aspirantes a destinos de elección popular, quienes optan la prudencia y por prudentes se alejan de la controversia acre, cuando sin necesidad de ella crecen en la adhesión y simpatía por los electores.
El asunto viene al caso no tanto por el ruido que pueden hacer quienes desde la oposición democrática bregan para empinarse sobre el plano del reconocimiento público y avanzan ante vientos encontrados, desnudando la arbitrariedad a fin de ponerle término a los abusos del militarismo -que no de los militares en lo personal y salvo las excepciones conocidas- que otra vez secuestra a la República. Para ello recurren a la astucia y hasta desafían las leyes de la gravedad, o acaso siguen a pie juntillas la enseñanza del fallecido ex presidente Herrera: "partido de oposición que no hace oposición, se queda en la oposición".
Eleva la apuesta, aquí sí, el dictador enfermo, quien en días pasados le da otro golpe más a la Constitución incitando a la Fuerza Armada al desconocimiento de sus deberes, angustiado por las elecciones de octubre. Pero el halago y el intento de corrupción espiritual a quienes son sus compañeros de armas y ahora votantes, si acaso prueba que al fin y al cabo sin ellos carece del destino que mal le pueden asegurar los Castro y sus misioneros, revela en otra banda que su caída en barrena es tanta que ruega y les implora lanzar un paracaídas que lo amortigüe. Esa realidad mal pueden ocultarla las encuestas que paga la dadivosa mano de nuestro Estado, gendarme corrompido y corruptor.
Lo cierto es que surge tal apelación a la milicia en términos próximos a los que se suceden durante los meses previos al 11 de abril de 2002, cuando el mismo dictador entra y sale del poder por decisión militar sin que en nada lo ayude su alianza con el comunismo prehistórico. Son fuegos artificiales, pues, lo último declarado por él, a cuyo tenor "yo lo quiero, es mi voluntad, gobernar hasta el 2031".
El discurso de este mandatario sin mando -presa de los Castro y de los uniformados en última instancia- no obstante revela su faceta dominante. A la par de su debilidad como candidato presidencial -junto a sus fortalezas como aspirante a ex presidente- otra vez lo domina su espíritu de embustero; pues incluso quien dice verdades a medias para construirse una novela histórica de conveniencia, manipula y miente, pero se engaña sobre todo a sí mismo.
Afirma el dictador ante nuestra Fuerza Armada que les espera el Paraíso. Para eso les crea una universidad que los prepara no tanto para el oficio que les es propio sino para que posean a Venezuela toda, en todas las áreas de su cuerpo social y político, y también el económico. Mas los oficiales y suboficiales allí presentes, sobre todo los más jóvenes, en el acto de graduación en el que ocurren los hechos en cuestión saben bien que nada tienen o poseen cuando en el camino se les atraviesa, durante cada jornada, el comisario cubano que les controla y espía; ante cuya vista gritan patria, socialismo o muerte o acaso le designan padrino de promoción, como ocurre hace algunos años con los oficiales aéreos que viajan a La Habana para recibir su grado de manos de Fidel bajando las cabezas.
Lo que sí raya en lo audaz y cabe completar para que sea veraz, es la información histórica que le vende el dictador a los oficiales de reciente graduación y habla de la traición de Páez a Bolívar, por entregarse el primero en manos de la oligarquía y los americanos. Les sugiere oblicuamente que otro tanto puede ocurrirle a él si es objeto de igual traición por los presentes. Pero el inquilino de Miraflores omite decirles que si es cierta es la tesis de la traición de nuestro gobernante de 1830 -que no la es- auténtica sí es la traición que El Libertador hace a su superior, el Precursor Francisco de Miranda, a quien detiene y entrega a los españoles para salvarse de igual destino y obtener el salvoconducto que lo pone distante mientras el viento de la historia le ayuda. Ello ocurre a la caída de la Primera República.
Al dictador enfermo, en suma, le conviene mejor poner sus barbas en remojo y a sus compañeros de armas demandarle a éste respeto por la Constitución; evitando que se les involucre o empuje hacia menesteres ilícitos que tarde o temprano la propia República ha de cobrárselos, y con creces.
Correoaustral@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario