Evo Morales vs. los indígenas
MARCOS CARRILLO | EL UNIVERSAL
viernes 14 de octubre de 2011 10:07 AM
El día de la raza, ahora rebautizado por los fetichistas de la retórica como día de la resistencia indígena, es propicio para escribir relajadamente la columna de este viernes. Un día controversial, en el que lo único en lo que propios y extraños coinciden es en la importancia de reivindicar los derechos de los descendientes de las tribus precolombinas.
Sin embargo, el pobre de Evo Morales, víctima de su mentor y de su endeble talento, se comienza a erigir como el último gran conquistador, empeñado en subyugar a cierto grupo autóctono que le es molesto. La protesta contra la construcción de una carretera que atraviesa el territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) y las exigencias de que se respeten los derechos de autodeterminación de los pueblos indígenas, consagrados en la Constitución boliviana, han convertido al presidente de ese país en una especie de Diego de Almagro al que los indígenas se resisten con dignidad. Sin capacidad de diálogo alguna, Evo ha reprimido violentamente a sus pares que reclaman lo que él hubiera reclamado de no estar envenenado de poder.
Las máscaras se caen. Gobiernos como el de Evo y su tutor se escudan en ideas que muchos ingenuos denominan "progresistas" para enmascarar lo más atávico que pueda existir en política: el totalitarismo. Predican oraciones de igualdad, defensa de los DDHH, justicia social, reivindicación de indígena, solidaridad y nacionalismo. Se presentan como vengadores de la injusticia histórica, siempre que todos estén de acuerdo con ellos. Quien se oponga no es merecedor del paraíso que algún día llegará y debe ser condenado, reprimido, execrado. En definitiva, crean un doble estándar, un juego de subordinación y humillaciones más perverso que el que critican, que al menos era controlado por los poderes públicos.
Los aborígenes, el medio ambiente o los pobres son convertidos en meros artefactos retóricos para mantenerse en el poder. Si dejan de cumplir su función son merecedores de condenas e ignominias, son enemigos del cambio o la revolución. En definitiva, para gente como Evo o su protector venezolano todo se reduce a su supervivencia y supremacía política, lo demás es accesorio. Encarnan la farsa de un "progresismo" que en realidad nos retrotrae a la lógica de la conquista. Se erigen como los nuevos conquistadores, herederos de su brutalidad. Son los nuevos Francisco Pizarro o Hernán Cortés. En el fondo ellos fueron tan revolucionarios como el Che.
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