MACURO, ¡A PESAR DE TODO!
-EPICENTRO
JESÚS ANTUÁREZ
*Sociólogo, periodista y cronista de pueblos olvidados.
“Yo crecí con la idea de que Colón era bueno. Ahora dicen que es malo, no sé”. Luisa Rodríguez, vecina de Macuro.
Macuro no tiene la culpa de haberse convertido en un pueblo en desgracia, o en un “pueblo de mier…” como dijo hace poco, en estado de ebriedad, la periodista Valentina Quintero, quien luego se disculpó, inútilmente pienso yo, porque está comprobado que el alcohol es "el elixir de la verdad".
En realidad ningún centro poblado venezolano tiene la culpa del abandono, el desprecio y la desidia al que han sido sometidos durante siglos. Sin embargo, esa comunidad, por su significación histórica, merece un comentario especial.
Macuro, que en lengua indígena significa “hombre malo” (¡imaginese usted!) aparece en todos los mapas pero es como si no existiera. Cristóbal Colón, en su tercer viaje (considerado el más importante de todos) llegó al nuevo continente, sin saberlo, los primeros días de agosto de 1498, a bordo de 3 embarcaciones: “Vaquiña”, “Castilla” y “Correo” (seguro se acordaron de "La Pinta", "La Niña" y "La Santa María"… ¡pues no!)
Fue tan grato el paisaje que el almirante italiano encontró en esa ensenada color esmeralda, adornada por montañas llenas de árboles regados por copiosas lluvias, que en una carta dirigida a los reyes de España reconoció haber visto “las tierras más hermosas del mundo”. “Tengo asentado en el ánima - escribió- que allí es el paraíso terrenal”. De modo que en 1738 los colonizadores fundaron en esa zona el pueblo conocido como “San Carlos de Borromeo de Macuro”.
Cipriano Castro en 1903 lo convirtió en “la taza de oro” al inaugurar un puerto de aguas profundas. Además de construir una aduana, un cuartel con 200 hombres, una oficina de correos, un telégrafo y un centro de acopio de cacao y café. Fue tanta su bonanza que hasta un cabaret francés existió. Y ya lo saben, donde hay mujeres "de la vida alegre", generalmente siempre hay alegrías.
Lamentablemente Juan Vicente Gómez desmanteló todo aquello mudando la aduana para Güiria, dejando a Macuro a la deriva. Justo en ese entonces comenzó el llorar y el crujir de dientes.
El 5 de Agosto de 1998, el presidente Caldera lo visitó con motivo de los 500 años de la llegada de Colón a tierra firme. Asistió con todo su gabinete. Inauguró un liceo, pavimentó 2 de sus doce calles, se tomó la foto y lo nombró, por un día, “capital de la república".
El 12 de octubre de 2000, Chávez también estuvo en Macuro. Inauguró una carretera de 65 kilómetros que le permitía, por primera vez en su historia, acceso terrestre. “En los años que vienen –dijo- vamos a hacer en Venezuela lo que no se hizo desde que llegó Colón a Macuro”.
La carretera, o mejor dicho, la trocha, quedó inservible ese mismo año por las lluvias y nunca más fue reparada… ¡se perdieron esos reales!
Hoy Macuro es un pueblo de utilería. Fantasma y miserable. Abandonado a su suerte. Corroído, más que por el salitre, por el abandono gubernamental, de todos los gobiernos, tanto de la "Cuarta", como de la "Quinta".
La periodista Mireya Tabuas, describe en un magnífico reportaje publicado en “El Nacional”, en octubre de 2011, las pauperrimas condiciones del pueblo por aquel tiempo. Si este diagnóstico fue hace 13 años, no quiero pensar cómo estará ahora.
Esqueletos de casas. Calles de tierra llenas de huecos, monte y perros flacos por doquier. Un sistema de cloacas colapsado que hace que las aguas negras contaminen la playa. Un ambulatorio sin medicinas que se cae a pedazos y un médico cubano para 2800 personas. Problemas con el agua potable porque cuando llueve la represa se tapa. Un vertedero de basura inoperante y para qué mencionar el problema del suministro eléctrico.
El acceso a Macuro sigue siendo por vía marítima. Hay que navegar dos horas para llegar a Güiria. No hay farmacias, restaurantes, panaderías, kioscos de nada, areperas o algún lugar donde comer. Muchos niños han nacido en una lancha y muchos han muerto en un peñero antes de recibir asistencia médica.
La única posada del pueblo, conocida como “Los Reyes Católicos” parece, por lo vacía, el desolado hotel de la película “El Resplandor”. Asimismo el museo se lo llevó, en 1999, una avalancha de barro y en sus ruinas se instalaron dos familias.
Solo la estatua de Colón (quizás la única que queda en Venezuela porque los macureños se negaron a derribarla), con su dedo apuntando hacia el mar que lo trajo, permanece erguida sobre un pedestal a la espera de tiempos más dignos.
Existen, eso sí, 8 licorerías con música vallenata a todo tren. Algunas bodegas. Dos templos evangélicos full de creyentes, luchando por ganarse el verdadero paraíso terrenal y dos policías: uno descansa bajo la sombra de un árbol mientras el otro repara la única moto con la que cuentan. Sobra decir que la droga surfea alegremente en las aguas del golfo de Paria.
Y qué decir de las ruinas de una planta de cemento construida por “Vencemos” en los tiempos bueno, que le proporcionan al pueblo, tal como dijo Valentina, un trepidante aspecto “de horror”. No puedo evitar acordarme de Haití mientras escribo. ¡Una lástima! ... ¡una verdadera lástima!
En cualquier país que se respete a sí mismo, la ensenada de Macuro sería un poderoso atractivo turístico para millones de personas de todas partes del mundo, al estilo de las Maldivas. Ya Colón hace más de 5 siglos le hizo la mejor promoción que se pueda hacer, comparándola con el edén perdido.
Y si lo dijo Colón, “bueno y sano”, debe ser verdad.
Coincido con Mireya Tabuas cuando afirma que “con todo y sus carencias, Macuro es para quienes lo habitan, el paraíso que descubrió el navegante”.
Macuro se merece una nueva oportunidad como "la tierra de gracia" que es, aunque los que gobiernan sigan creyendo torpemente que Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra.
JESÚS ANTUÁREZ
09 de junio 2024
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