Sin City
Las ideologías terroristas de izquierda o de derecha, reniegan de la vida urbana, "Occidente"...
CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ | EL UNIVERSAL
sábado 10 de septiembre de 2011 12:00 AM
"Esas terroríficas y simbólicas torres
que hablaban de libertad, derechos humanos y humanidad... han desaparecido convertidas en humo". Bin Laden
El encargado de estrellar los aviones contra las Torres Gemelas hace diez años, Mohamed Atta, era un arquitecto egipcio obsesionado en retroceder la historia, que aborrecía la modestísima modernización del mundo musulmán. Se doctoró en Hamburgo con un proyecto contra natura: regresar un barrio en la ciudad siria de Aleppo a su origen, sin autopistas ni edificios altos en el entorno.
Sentía por las mujeres un genuino asco, -con particular aversión hacia las preñadas-, y por eso rechazó dar la mano a una profesora del jurado académico. Sólo se le conoció un romance de miradas con una palestina. En el testamento pide que ninguna mujer toque su cadáver ni visite su tumba. Su deseo fue ampliamente satisfecho al quedar vaporizado en la explosión.
Como su jefe Bin Laden, tenía animadversión hacia la vida, incluso la suya. Quienes tuvieron contacto con él -hotel, aeropuerto, autobús, taxi- no olvidan esa llamarada gélida de ira contenida y arrogancia asqueada que lo envolvía. Crispado, lívido, con un aura de odio y desprecio por lo humano que según un profesor "daba escalofrío".
Los revolucionarios en vez de cerebro y corazón tienen manuales con estrafalarias utopías y suelen destripar seres humanos en su nombre, para bien de los mismos seres humanos que destripan. Sufría además una de las patologías más aciagas, el moralismo, pues sus contagiados "hablan con labios fraudulentos y con doblado corazón" (Salmos 12-3).
Las ideologías terroristas de izquierda o de derecha, reniegan de la vida urbana, "Occidente", la globalización, que un apolillado lenguaje llama como Marx "capitalismo". El culto al pasado, "lo originario" y el rencor hacia la sociedad abierta, el cosmopolitismo, la modernidad, que rompe los lazos de la pequeña comunidad, la tribu freudiana, donde todos se conocen y se prestan una cabra para cualquier necesidad.
El padre del nacionalismo vasco, Sabino Arana, con ideas sacadas de un cangrejo, aborrecía las oleadas de gente inferior que caminaba por Bilbao o San Sebastián, "la invasión maketa". Abimael Guzmán rechazaba la influencia europea para regresar a la vida indígena de los Andes, y Andrew MacDonald, inspirador del terrorismo gringo en los 90, quería que sacaran negros, morenos y amarillos de EEUU.
Se culpa de la impronta antimoderna a Rousseau o a las letanías morales de Juvenal contra la corrupción de Roma. Pero el gen está en las más antiguas raíces culturales de la civilización. Es el mito de "la prostituta de Babilonia" que se aplica a cualquier ciudad en cualquier época: mujeres, alcohol, vida fácil, perdición. El Diluvio fue para ahogar los pecados al comienzo de la civilización urbana.
Yavhee le prometió a Abraham que perdonaría Sodoma y Gomorra si le mostraba apenas diez justos que no consiguió, y para colmo una turba quiso violar a dos ángeles enviados por Él a buscar a Lot. Ambas ciudades sufrieron fuego purificador. Luego Kafarnaún y Jerusalén arrasadas a sangre y fuego en castigo a sus perversiones.
Los comunistas chinos hicieron la revolución contra los grandes centros urbanos ("triunfo del campo sobre la ciudad") y pese al heroísmo de Shangai en su levantamiento, para Mao era el símbolo de la corrupción "capitalista" (el comercio en que se había basado desde siempre y se basa hoy la China) Tal vez porque en esa gran ciudad trabajó como actriz y prostituta "La manzana azul", Chiang-Chig, la esposa de Mao. Los jemeres rojos sacaron de Pohm Pehn casi la mitad de la población hacia el campo, y el Che Guevara se burlaba de los revolucionarios urbanos, despreciables "pequeñoburgueses".
New York necesitaba escarmiento. No en vano su Quinta Avenida es la expresión más perfecta de hasta donde puede llegar el hedonismo, el espacio donde los seres de un día han llegado a niveles más altos de libertad, riqueza, ostentación, resplandor. Centro universal de todo lo diabólico: mercado de capitales, confluencias étnicas, teatro, danza, gastronomía. Sayyib Qutub, (ejecutado por extremista en 1966) es el ideólogo fundamental de la Hermandad Musulmana. Fue a EEUU a estudiar inglés a fines de los 40 y asqueado le aplicó el concepto de "jahiliyya", nueva barbarie. Se convenció de que los musulmanes debían arrancar cualquier influencia externa pecaminosa. En Arabia los seguidores de Wahhab e Ibn Saud, los wahhabitas, entre ellos Osama Bin Laden, decidieron pasar a la acción: destruir Occidente.
@carlosraulher
MÁRTIRES DE ALÁ-vmgf-02-10-2001-
ResponderEliminarCaracas, 02 de octubre, año 2001.
--(Sin añadir una palabra más, ni quitar alguna para menos)--
Mártires de Alá.
Impresionante, asombroso, aterrorizador, el manual de los“Mártires de Alá”, publicado por la prensa nacional e internacional. Ellos iban rectamente al “paraíso infinito”, pues eran “de Dios y a Dios volverían”. El día antes, limpia el alma, el cuerpo, la ropa, los zapatos. Supera el miedo a la muerte, te espera una vida eterna, una recompensa. Reza, ayuna, recita el Corán. Sepárate de cosas terrenas. Llegó el Juicio, pide perdón, serás feliz. Revisa los detalles prácticos de la acción, que no falte nada: bolso, ropa, cuchillo, testamento, documentos, que nadie te siga. En el avión, reza de nuevo: “Oh Dios, tú que abres todas las puertas, te ruego abrir las puertas para mí, abre tus caminos para mí”. Y al Final, no dudar: “Irás al paraíso, estás por entrar en la vida más feliz, en la vida eterna”. Al parecer, no hay referencias a los miles de inocentes que pagarían con sus vidas el paso de estos “kamikazes de Alá” a la vida eterna. ¿Quedarán sus almas flotando eternamente en el espacio por morir “infieles”, o recibirán algún trato misericordioso por parte de este “Dios” terrorista, por servir forzosamente a sus fines? Algo falló en la redacción del “Manual”: las debidas consideraciones con el “prójimo” sacrificado sin razón ni previo aviso ¿O es que no lo somos para ellos? Seguiremos en este tema de mártires, martirios, y martirologios.
Víctor Gruber
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