MI COLEGIO DE “LA SALLE”
--Leandro Area--
Mi colegio fue uno sólo. Suerte de orgullo. El Colegio de La Salle. No sé si decir segunda casa cuando en verdad fue la primera. Una pasión. Todo le debo, hasta el caminado se sabe desde lejos. Las huellas que me dejó, que son imborrables, no las cambio por casi nada. Su física estructura, sus Hermanos Cristianos, los maestros laicos, las monjas, el personal de apoyo, condiscípulos y alumnos, no tengo cómo pagar tanto don recibido. Nunca vi nada malo más allá de las rubieras subterráneas de las que yo formaba parte. Letra, lectura, voz con qué decir, cantar y hacer teatro. Música, orfeón, orquestina, aguinaldos, deportes, política, juegos, competencia, sed de triunfo, organización, respeto por el vencido, júbilo al ganar.
Colegio de varones que se llevaba la cuarta parte de las entradas económicas de la casa. Un lujo hecho de sacrificios y detalles estrictos. Mi colegio me hizo, me enseñó a estar y a ser. Buena parte de lo que llevo encima se lo debo. Así, busco en las fotos de esa época que de tan amada parece más lejana y veo como fui, cómo era, cómo vamos cambiando y acercándonos al extraño que somos. Mi colegio es una raíz inagotable y profunda, tanto que cuando sueño que vuelo, siempre tengo al colegio como espacio visible y me veo correr entre la multitud que íbamos a ser y observo al Hermano Luis, de manos cruzadas a la espalda, vigilando calvo y sabio a sus hijos íntimos. Fue él quien me alentó a entrar a la catequesis y no sé cómo logré dar mi clase sobre la existencia de Dios, a los diez años, a unos párvulos del Colegio O’Higgins, allá por San José, cerca del mercado de las flores, de la esquina de San Luis hacia arriba, aquí en Caracas. Horror y miedo que sentía frente a la perplejidad de aquellos querubines y de aquellos maestros que se asomaban para verme decir lo que decía, que jamás llegaré a recordar.
En sus aulas aprendí el sentido de la democracia, el respetar a los demás, la preocupación por el país, por los pobres, por Dios, por la excelencia en el estudio, el sudor del deporte, la sangre de la música, la música, la música. Cuando puedo regreso y siento una distante lejanía. “¿A dónde se dirige usted ciudadano?” Ya no soy el mismo, cambié. “Nunca regreses a dónde fuiste feliz”. Y eso lo digo porque voy con inmadurez, qué bueno, como si estuviera entrando de verdad al colegio, a la vida, y piso la misma estrella y toco idénticos rincones que la cábala de esos días obligaba a cumplir como un ritual de tribu. Allí me siento parte de algo, experimento fe, orgullo, rebeldía, sangre azul para amar, amigos, cofradía, ambiente de gol, de barajitas, la tengo, la tengo, no la tengo. Allí siento calor de pubertad, de sueños, de pecado inconcluso y confesión perpetua, guía, cobijo, monaguillo, comunión, orden amable, incienso, rigor sano, maestros a los que debo mis alumnos y ellos deben también sin entenderlo. El colegio es eterno como los helados, los circos o las barberías, uno no, ¡qué lástima!
Leandro Area
leandro.area@gmail.com
¡EXCELENTE, SIN DESPERDICIO!...RECOMIENDO TOTALMENTE SU LECTURA...
ResponderEliminar1) Que maravilla, hablar como hablas de tu Colegio, y de tu infancia--(y adolescencia)-- escolar. Una de mis quejas con la vida que me resultó vivir, es la constante mudanza (familiar)de pueblos y regiones, tanto que no tengo un grupo fijo de referencia en mis estudios (y recuerdos) de Primaria y Bachillerato--(Guasipati, Upata, Caracas, Tinaquillo, San Carlos, La Victoria, y Caracas de nuevo)--Tres años de Bachillerato inolvidables de San Carlos, sobre los cuales he escrito algunas "Memorias" ¿Has recibido alguno de estos escritos?...
ResponderEliminar2)Con razón dicen ¡Recordar es vivir!...El único "Grupo" al cual he pertenecido por 73 años, es a mi "Grupo Familiar", y dentro de él, destaca la presencia de mi Madre (Antonia, 94), que siempre se empeñó en tener un hijo "Cura", y una hija "Monja". Dios no le concedió esa "Gracia"; yo fui monaguillo en Guasipati, pero era pequeño y débil, casi no podía con el Misal; una o dos Misas que ella disfrutó plenamente. Luego al salir del 6o.Grado, del Colegio Salesiano de Caracas iba "directo" para el Seminario de Boleíta, pero unas endiabladas vacaciones en Tinaquillo me descarriaron de esa "vocación"; aunque la "retomé" en cierta forma al ingresar al PCV---(1958--1971)--, y al ejercer la Docencia casi por 3/4 partes de mi vida, pues empecé en 1955--(18 años)-- como Maestro Nocturno de 3er Grado, y simplemente era Bachiller. En ambos "ejercicios", puedo jurar que nunca me aparté de los valores primarios recibidos en mi Educación Cristiana...¡Ni siquiera cuando me declaraba, ateo, comunista, y revolucionario!..
3)Que belleza, que poesía, que de nostalgia y añoranza; podría yo escribir lo mismo, aunque seria referido a muchos sitios, lugares, y grupos, y experiencias....Es evidente que cada ser humano está unido a otro por sus sagrados recuerdos vitales, y declaro mi agradecimiento, por hacerme vibrar contigo, siguiendo los acordes de tu sentida remenbranza...Dicen que los hombres ¡No lloran!...Pero es una total mentira...
¡Gracias mil, camarada, amigo, y colega, por este hermoso regalo!..